* Cuatro meses de campaña sin cuartel
* Los desafíos de Chávez y Capriles
Con la inscripción entre domingo y lunes de los dos candidatos presidenciales, la carrera por la sucesión en el Palacio de Miraflores entró en su recta final. Más allá del rifirrafe entre las campañas de Henrique Capriles y el mandatario Hugo Chávez en torno de cuál de los dos sacó más gente para acompañarlo en su postulación oficial este fin de semana, lo cierto es que los venezolanos van rumbo a una de las mayores polarizaciones políticas de su historia y el ambiente está tan caldeado que cualquier cosa puede pasar de aquí al 7 de octubre, cuando se dará la esperada cita en las urnas.
Desde que el actual Jefe de Estado llegó al poder en 1999 es claro que la actual es la campaña en que la oposición no sólo está mejor organizada sino que tiene una opción real de llegar al poder. No deja de ser significativo que a Capriles lo apoyan más de una treintena de partidos y movimientos políticos, sino que las encuestas, cuyos resultados distan según la óptica oficialista o antichavista con la que se contraten los sondeos o se analicen los resultados, le ponen prácticamente empatado con el mandatario en trance reeleccionista. Sin embargo, el camino que le queda no es nada fácil, ya que se enfrenta a tres obstáculos muy difíciles de salvar. En primer lugar, una maquinaria gobiernista que ha puesto todo el presupuesto al servicio de la continuidad chavista en el Palacio de Miraflores. En segundo lugar, agresiva propaganda ideológica y populista que mantiene fieles a millones de venezolanos alrededor de la figura caudillista presidencial, pese a que se desconoce si el cáncer que padece el mandatario está o no controlado. Y por último, la urgencia de despertar políticamente a muchos sectores de la sociedad que aunque se declaran antichavistas y urgen cambio en el rumbo del país, son pasivos a la hora de exteriorizar sus criterios y acudir a las urnas a expresarse de forma tangible.
Chávez, a su turno, sabe que el vehículo gubernamental es muy fuerte para movilizar su intentona reeleccionista. Aunque está consciente de que la oposición se fortaleció en los últimos años, considera que el discurso “bolivariano” y “socialista” todavía cala en muchos sectores urbanos y rurales, que es en donde está el grueso de la votación que determina el resultado en las urnas. No obstante el Presidente del vecino país también se enfrenta a tres desafíos de alta dificultad. El primero, sin duda alguna, está en evitar que la incógnita alrededor de su estado de salud se convierta en el principal flanco débil de su aspiración. Si realiza una campaña con pocas apariciones públicas o interrumpida continuamente por tratamientos médicos, lo poco que resta de su imagen de hombre fuerte llegará a la mínima expresión. En segundo aspecto, el chavismo debe entender que la oposición se consolidó en gran parte por las mismas falencias en la gestión y resultados gubernamentales. La expectativa generada por las políticas “revolucionarias” ha caído en la medida en que la economía interna sigue enfriándose y el desempleo continúa rampante. Y, por último, si el Gobierno llegara a incurrir en alguna disposición restrictiva para el ejercicio político o electoral de la oposición, el efecto bumerán podría ser catastrófico en las urnas.
Cuatro meses de intensa campaña les esperan a los venezolanos. Difícilmente se pueden recordar otros comicios en donde haya tanto en juego para la vecina nación. Es obvio que más que la continuidad o el relevo de una persona en el solio presidencial, el resultado electoral de octubre definirá desde la ratificación o cambio del modelo político y económico, hasta la concepción de Estado fallido o viable. Incluso, un debate que no guarde las precauciones en medio de un ambiente tan caldeado como el que se registra al otro lado de la frontera podría desencadenar un desafortunado coletazo violento. Ojalá que ambas partes estén conscientes de ese riesgo y nada de ello ocurra.