La genealogía del diario
Doctrina de la desinversión
NO sorprendió a la mayoría de los argentinos el fallo de la Corte Suprema contra Clarín, uno de los grupos de medios de comunicación más fuertes de Hispanoamérica, cuyo diario es considerado de los más influyentes y más leídos. El grupo es querido por unos y abominado por otros, entre estos por el gobierno de Cristina Fernández. La dueña de las empresas heredadas de su esposo es una de las mujeres más poderosas de la región, lo que suscita envidias y campañas en su contra de quienes profesan doctrinas distintas a la suya. Por años sufrió una apasionada campaña en contra orquestada por la burocracia oficial por no plegarse a los dictados del Gobierno y dar señales de independencia en sus crónicas. Se trata del Grupo Clarín S.A que tiene ese diario y La Razón, así como otros medios de provincia; es fuerte en la televisión, en la radio y en el negocio de papel. La importancia del Grupo Clarín es enorme, según expertos es uno de los mayares distribuidores de diarios del globo, con ganancias anuales que superan varios millones de dólares. En la televisión le va muy bien y controla varias emisoras de gran sintonía.
En el curso accidentado de la política en Argentina, por lo general el Clarín, de vieja data ha sido hostil al general Juan Domingo Perón y al justicialismo, fuera de ciertas etapas en las que han coincidido en algunos temas de importancia nacional. Durante la dura época en la cual un sector de las Fuerzas Armadas derrocó a Perón, Clarín estuvo en contra del general, quien había sido elegido en comicios libres. El golpe de Estado contó con un fuerte apoyo de la Armada que amenazó bombardear la principal refinería del país, que era motivo del orgullo nacionalista del general y sus seguidores, que por entonces tenían un proyecto de avanzar a la gran Argentina desarrollada y elevar el nivel de vida de los trabajadores. Cercado por la fuerza de sus adversarios, las multitudes peronistas que lo respaldaban no consiguieron permanecer en las calles y para dispersarlas la fuerza pública les disparó a mansalva. La orden era capturar y fusilar a Perón, para acabar con el temible agitador, su influjo sobre las masas y su política de justicia social. Su compadre y colega el general AlfredoStroessner, quien gobernaba con mano férrea Paraguay, envió una embarcación al Río de la Plata para rescatar a su amigo en apuros, que los enemigos de Perón no se atrevieron a bombardear, esquivos a una confrontación internacional con sus vecinos. Perón publicó un escrito en que acusaba a los golpistas y sostenía que “La fuerza es el derecho de las bestias”. Clarín apoyó el golpe de lo que se denominó Revolución Libertadora. Perón no olvidó la afrenta. El diario al siguiente día del golpe tituló en primera: “La noche quedó atrás” y, después “En medio del exultante júbilo ciudadano asume el nuevo Presidente”. A partir de entonces el grupo creció hasta convertirse, quizá, en el más poderoso de Hispanoamérica. Sus roces y choques con el justicialismo hacen parte de la historia del país. En particular en la última etapa a cargo de la señora Ernestina Herrera de Noble, enfrentada al clan de los Kirchner, que la acusaban, entre otras cosas, de haber adoptado a sus dos hijos de manera ilegal, por cuanto sostenían que habían sido arrancados de un hogar de víctimas de la represión de las dictaduras militares. La acusación no podía ser más falaz, como finalmente se demostró en los tribunales.
Según la oposición, el Gobierno hizo un trabajo político con la Corte y el Congreso, con la finalidad de propiciar por la vía “legal” la destrucción del Grupo Clarín y darle el golpe de gracia, en medio de una disputa sin cuartel de parte y parte entre los abogados, políticos y legisladores. Reputados juristas sostienen que el fallo de la Corte es un atentado contra la propiedad privada y la libre empresa, que fuerza a los dueños a salir de “decenas de radios y televisoras”. La Corte justifica el atropello con fundamento en un artículo que se denomina de “desinversión”. El Gobierno justifica la decisión con el argumento que por esa vía se permite democratizar la información, sin importar el costo de dar al traste con la más elemental noción de seguridad jurídica y libertad de prensa, como del respeto por la propiedad privada. Siendo que lo que está en juego es la pretensión por unificar la información con la finalidad de fortalecer el continuismo político, para hacer de los medios parte de la orquesta encargada de tocar al son que le indique el Gobierno.