La revista The Economist, de las más prestigiosas de Europa, a la que Carlos Marx le daba crédito por la precisión de sus datos económicos, pese a difundir las ideas de capitalismo casi desde su fundación, para algunos observadores internacionales quizás se equivocó al señalar a Uruguay como el país del año. Puesto que no se trata del mayor crecimiento en la región, del mejor desempeño económico ni el mejor administrado, ni el que recibe más inversión extranjera ni aquel que repunta la agricultura, ni siquiera porque hayan mejorado los ingresos de la población. Y si se trata del jefe de Estado, el señor José Mujica, tenemos que no es el mejor administrador o planificador, ni mucho menos un gestor que favorezca la modernización del país en el sentido de mejorar la educación, la industria o el comercio. Mas si se mira desde otro punto de vista no capitalista sino más bien de periodismo sensacionalista tenemos que de pronto The Economist ha escogido a Uruguay por razones muy distintas a las que normalmente se escogen a países que superan grandes crisis, consiguen resultados donde otros han fracasado y superan las expectativas en materia de desarrollo, gracias al impulso de un gobernarte vigoroso y ejecutor. Nada de eso se da en Uruguay.
Lo que tenemos en Uruguay es el anverso de la moneda mediante la cual se escoge un gobernante en un país para exaltar. Claro está que José Mujica tiene a su favor la simpatía de los intelectuales europeos y de otras regiones, como lo socialista del siglo XXI en Hispanoamérica, que son solidarios con él y lo admiran por cuanto estuvo en la guerrilla, participó en la guerra armada contra los gobiernos democráticos de su país, fue capturado y estuvo en prisión, siendo considerado como una especie de héroe por su estoicismo mientras estuvo a la sombra.
Ya están en el olvido los atentados, los crímenes y secuestros que cometieron los tupamaros, hoy reinsertados y con uno de los suyos en la Presidencia de la Republica, la que fue considerada en su momento por sus valores democráticos y respeto a la libertad, como la Suiza del Cono Sur.
Su presencia en el gobierno no ha contribuido mucho a traer los capitales financieros, cuando ese fue uno de los fuertes de la economía del país. Pese a su aire campechano, afable y de político experimentado y astuto, arrepentido de los métodos violentos. no faltan los que temen que por otras vías intente golpear a los sectores tradicionales, y no se equivocan del todo los que han tratado de indagar las nuevas modalidades de la lucha que libra José Mujica. Tal vez, ese sea el gran acierto de The Economist que ha destacado las reformas en las cuales se ha centrado la política de Mujica.
Él no habla de nacionalizar los medios de producción, ni expropiar a los ricos o meterlos en prisión, ni intervenir las empresas privadas, ese tema que lo apasionó en el pasado no ha renegado durante su gestión presidencial. ¿Qué es lo que preocupa la mente de Mujica y en qué se concentra para propiciar cambios hondos en la sociedad. En un país en donde ha decrecido el influjo de la Iglesia Católica, el gobernante golpea el núcleo familiar, clave de la sociedad tradicional. Él está casado con una maestra que profesa sus mismas ideas pero es el campeón en matrimonio entre homosexuales y espera que Uruguay se convierta en un centro turístico para que viajen allí y se casen mediante un papeleo simplificado, lo que generaría divisas que tanto necesita el país, fuera de las que se reciben por cuenta de los turistas que viajan a Punta del Este, donde dejan sus dólares en consumo y en los casinos que proliferan. Y ahora pretende convertir a Uruguay en el paraíso de la marihuana. Es de anotar que sendos proyectos de ley presentados por el Gobierno ya fueron aprobados por el Congreso de la Republica. En este caso Uruguay entraría a jugar duro en la exportación de la marihuana, la que a pesar de lo que ha pronosticado el expresidente Lacalle, seguramente, será de mala calidad. Esto a los consumidores no les importa mucho y así el negocio lo maneje el Estado, tras bambalinas se dice que están inversionistas internacionales.