En todo un dolor de cabeza se ha convertido para Estados Unidos las revelaciones más recientes sobre el espionaje sistemático que varios de sus organismos de seguridad habrían realizado sobre gobiernos y líderes europeos.
Aunque Washington ha tratado de bajarle el tono a la molestia expresada por los gobiernos de Italia, Alemania y Francia debido a las revelaciones periodísticas sobre el espionaje, lo cierto es que la confianza entre la Casa Blanca y varios de los presidentes, primeros ministros y jefes de gobierno del viejo continente sufrió un duro golpe cuyas secuelas no desaparecerán rápidamente.
No en vano ayer en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) el tema central fue la necesidad de establecer una posición de bloque contra las acciones de los organismos de inteligencia y seguridad norteamericanos.
La indignación y molestia no sólo se ha visto en la opinión pública europea, sino en los pronunciamientos enfáticos de los líderes más importantes. Por ejemplo, a la Casa Blanca le tiene que preocupar lo advertido por la canciller alemana, Ángela Merkel, considerada la dirigente más fuerte del viejo continente, según la cual “a los amigos no se los espía. Se lo dije a (Barack) Obama en su visita a Berlín y se lo dije nuevamente por teléfono” el miércoles.
Las reacciones de molestia y petición de explicaciones también se han visto en Italia y Francia, en donde la situación es más crítica pues las denuncias de la prensa sostienen que la interceptación de las comunicaciones telefónicas y electrónicas fue masiva. Incluso las embajadas galas en distintas partes del planeta fueron blanco de ese espionaje ilegal.
Como las revelaciones periodísticas se han dado a cuentagotas, en casi todos los países de la Unión Europea se considera que es apenas cuestión de tiempo para que salgan a la luz las informaciones sobre las interceptaciones en casi todas las naciones del bloque comunitario. La fuente de esas filtraciones continúa siendo en mayor parte el exconsultor de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA), Edward Snowden, asilado en Rusia, y quien puso al descubierto el espionaje global que esa entidad consolidó en la última década, sin detenerse ante nada ni nadie.
Aunque el propio Obama, su Secretario de Estado y el cuerpo diplomático han dado múltiples explicaciones y desmentidos a varios gobiernos, lo cierto es que ya no hay mayor duda de que el espionaje sí se realizó, y que la tesis inicial en torno de que se trataba de “asuntos de seguridad nacional” relacionado con la detección de posibles amenazas a los intereses norteamericanos se queda corta al evidenciarse que los blancos de esas interceptaciones eran líderes políticos gubernamentales, jefes del sector privado y hasta ciudadanos promedio.
Es claro que los mandos europeos buscarán algún tipo de acuerdo que lleve a que la reacción contra la Casa Blanca vaya más allá de las notas de protesta. Y también que a Obama le tocará esforzarse por muchos meses para tratar de reconstruir lazos de confianza con gobiernos aliados en temas clave de geopolítica.