Los análisis internacionales deben estudiarse con detenimiento. Muchas de sus conclusiones son demasiado generales e incluso se parte de la comparación entre países que tienen diferentes niveles de desarrollo socioeconómico, necesidades básicas insatisfechas y estándares de calidad de vida, así como de disposición y acceso a recursos o difieren en sus esquemas de asistencia social a la población.
En ese orden de ideas, dichos informes requieren una revisión a profundidad para establecer si, analizadas las características particulares de cada nación, las conclusiones generales de las investigaciones de agencias y organismos internacionales pueden aplicarse directamente o necesitan un filtro de interpretación o adecuación acorde con las coyunturas de tal o cual nación
Esta semana, por ejemplo, se dio a conocer una investigación de la ONU denominada “Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutrición 2023”, cuyo objetivo primario es evaluar en una tabla comparativa los niveles de alimentación global.
Uno de los datos más preocupantes se refiere a que el 6,6% de la población de nuestro país no se alimenta de manera adecuada o incluso pasa hambre. Debe tenerse en cuenta que la cifra de 3,4 millones de colombianos que sufren episodios de hambre tienen una serie de categorías y clasificaciones que no se pueden obviar a la hora de extraer una conclusión objetiva sobre la verdadera dimensión de este flagelo en la nación.
Nadie niega, eso sí, que la situación económica ha golpeado fuertemente a muchas familias en los últimos años, no solo por cuenta de la crisis pandémica de 2020 y 2021, sino por la posterior escalada inflacionaria, que abarcó todo el 2022 y continuó a lo largo de este año, aunque con una intensidad menor.
Más allá de ese debate, resulta claro que hay un campanazo a la política social del Estado. De hecho, ya algunos de los reportes de la encuesta Pulso Social, que realiza periódicamente el DANE, habían advertido sobre las crecientes falencias en materia de alimentación en muchos hogares. Incluso en un informe sobre la situación de la capital del país esta semana se alertó que uno de cada cuatro bogotanos registraba deficiencias en la disponibilidad de alimentos.
En momentos en que se está llevando a cabo el empalme entre salientes y entrantes titulares de gobernaciones y alcaldías, proceso que es insumo clave para que las nuevas administraciones empiecen a sentar las bases de sus respectivos planes de desarrollo cuatrienal, es imperativo que se prioricen las metas para reducir los índices de desigualdad, pobreza, hambre y exclusión social.