* Capitales especulativos en fuga
* La banca en la cuerda floja
Algunos estiman que la crisis económica española se debe al gasto público excesivo, el populismo desbocado, los desmanes de la corrupción y los esfuerzos demagógicos del gobierno de Rodríguez Zapatero, por gastar a manos llenas con la obsesiva finalidad de seguir en el continuismo y consagrar de sucesor a su ministro Alfredo Pérez Rubalcaba. Esa explicación que tiene un trasfondo razonable no es del todo cierta, otros factores importantes contribuyeron a empujar al abismo a España. Es de destacar que el ingreso a la Unión Europea, la laxitud en el manejo de la crisis económica, los efectos de la globalización y la desregulación del movimiento de capitales de un país a otro le facilitaron a la banca comprometerse en grandes especulaciones internacionales, en las que de manera inevitable se arriesgan los dineros de los ahorradores. Es así como la banca española y sus inversionistas se vieron envueltos en el carrusel de las hipotecas subprime que en los Estados Unidos produjeron el famoso descalabro financiero del que apenas sale esa potencia de cuidados intensivos.
El gobierno de Rodríguez Zapatero en vez de tomar medidas preventivas y frenar las especulaciones de los banqueros, se mostró complaciente con éstos en la medida que pretendía dar una sensación de bonanza económica cuando los saldos rojos advertían de inminente desastre.
A su vez, bancos, especuladores y agentes del gobierno intentan ocultar la crisis sin éxito. La banca se resiente no solamente por las inversiones inmobiliarias a pérdida en Florida, sino por la caída de las ventas inmobiliarias en suelo español. Los bancos pretenden sostener la caña maquillando los balances, atrayendo al público para que compre sus acciones, buscando contratos favorables con el gobierno, en un esfuerzo denodado por impedir que se desplomen los precios de los inmuebles de los miles y miles de clientes que no pueden pagar los créditos, que se deshacen de los inmuebles que nadie compra, puesto que la cadena de especuladores se rompe, más cuando la banca se cierra y congela el crédito.
Estas desesperadas maniobras financieras que van de los finales del gobierno socialista al retorno al poder del Partido Popular, con Mariano Rajoy, se tornan inanes en cuanto las calificadoras de riesgo rebajan la credibilidad española. Lo mismo que al descubrir que gran parte de los créditos bancarios se tornan impagables, mientras el ahorro del público parece evaporarse, la confianza se espanta y nadie quiere invertir, en tanto los más audaces y desesperados intentan sacar sus dineros. Los capitales especulativos se dan a la fuga. En ese momento las cosas se salen de madre. España no puede sola resolver sus problemas. Una vez más como en el caso de Grecia, los reflejos del Banco Central Europeo y la banca internacional han operado en cámara lenta agravando día a día el malestar y la desconfianza. El desconcierto crece en cuanto la seguridad social y el empleo caen. Lo que sumado al paro y la protesta callejera parece llevar a la desesperación a la población, que pierde sus puestos de trabajo, se gasta sus ahorros y siente que se asfixia en la desesperanza.
Se le reconoce al gobierno de Rajoy la voluntad y la decisión de enfrentar la crisis, a sabiendas de que el salvavidas lo tienen Alemania y las potencias regionales, que se resisten a refinanciar a España. Al tiempo que, así el gobierno intente calmar los mercados aduciendo que no requiere de ayuda financiera, los balances no dan espera, sin dinero fresco la banca se hunde. Lo que se discute ahora es el monto de la ayuda: ¿cuanto se necesita para que el sistema bancario no colapse? Cómo se consigue renovar el crédito e impulsar de nuevo la maquina productiva y financiera española, agobiada por un desempleo apenas comparable al que sufrieron los Estados Unidos durante la gran depresión. Mientras que las fórmulas que ofrece el Banco Central Europeo de recorte de gastos y contracción, a estas alturas se asemejan a las sangrías que en la Edad Media se recetaban dizque par mejorar a un enfermo agónico, lo cierto es que se debe avanzar a medidas de emergencia que reduzcan el gasto al mismo tiempo que se emplean recursos para estimular la economía. La manera como se utilicen los recursos permitirá que España se recupere en un plazo prudencial o que se ahonde la crisis y arrastre a sus vecinos. Mientras, el gobierno intenta calmar al público minimizando la urgencia de la ayuda bancaria internacional, so pretexto que hasta que no tenga las cifras claras no puede saber cuánto dinero necesita para rescatar la banca.