*¿Cuánto tiene Colombia de planeación?
*Del modelo de desarrollo a las políticas públicas
Pocas veces se ha hecho un ejercicio de planeación tan puntual y de largo alcance como el que actualmente adelanta Colombia con la OCDE. Hay allí, ciertamente, una serie de fórmulas que podrían poner a la nación en la senda de la modernidad. Algo similar a lo que en su momento, en los años cincuenta del siglo pasado, se hizo con la misión encabezada por Lauchlin Currie y que incluso antes, en el aspecto monetario y de control fiscal, se había hecho con la Misión Kemmerer.
Hemos dicho aquí que la planeación, tal y como fue pensada por Álvaro Gómez y adoptada en la Constitución de 1991, se parece muy poco a lo que hoy se adelanta en las discusiones del Congreso. En efecto, el Plan Nacional de Desarrollo es más bien la excusa para modificar leyes y parágrafos por la puerta de atrás, incluir obras a través de los llamados “cupos indicativos” que escasamente atañen a los parlamentarios, con sus características de feudos podridos, y sobre todo generar una mezcolanza de prioridades simultáneas que, precisamente, era lo que se quería impedir puesto que la sola idea de muchas prevalencias al mismo tiempo lo que hace es desdecir de una verdadera selección de alternativas. De este modo, el señalamiento de unos pocos propósitos nacionales ha naufragado en medio de los requerimientos importantes, los urgentes y hasta los más nimios.
La planeación, por supuesto, fue un viejo anhelo del país, cuando los exiguos recursos nacionales debieron disciplinarse en procura del desarrollo. En realidad esto nunca se logró. El capricho del gasto público de los gobiernos de turno siempre fue superior a su amoldamiento a las cláusulas precisas del Plan. De hecho, el Plan, en vez de ser un gran enunciado de las políticas públicas a seguir, se convirtió en un mamotreto detallado y abstruso para la gran mayoría de los ciudadanos y cuya penetración solo era y es dable a los tecnócratas. Justamente, también, lo que no se pretendía ya que la idea era la de que estuviera al alcance de la mano para todos. Porque, desde luego, no se quería una planificación al estilo soviético, es decir, un ejercicio de ingeniería económica, sino una plataforma de postulados e inversiones generales que permitiera el escrutinio público.
Hay en el nuevo Plan, no obstante, la intención de incluir ciertos postulados de la OCDE. No está mal que ello sea así. Sin embargo, como las premisas de la OCDE son más bien los elementos propios para acceder a un examen y determinar si Colombia puede ajustarse a los países desarrollados y participar del denominado “club de las buenas prácticas” ello debería tener un componente superior de participación y debate ciudadanos.
De lo que se observa hasta hoy, la OCDE ha presentado un sinnúmero de opciones para resolver los múltiples problemas que evidentemente Colombia tiene para entrar formalmente en esa organización. De hecho, algunos informes de la Contraloría General de la República, que es de las pocas instituciones que ha puesto atención al asunto, ha advertido los gigantescos costos, por ejemplo, en materia social, que ello tendría. En principio, las intenciones de ingresar a la OCDE son buenas, pero igualmente no por imponernos ese rasero puede desconocerse que el país atraviesa dificultades en materia económica, fiscal y social.
En Colombia, por su parte, suele hablarse reiteradamente del modelo de desarrollo, pero nadie sabe muy bien qué es o cuál se tiene. Pero más que modelo, a nuestro juicio, debería hablarse de políticas. Y es ahí, justamente, donde las cosas tambalean. No hay política industrial, política agrícola, política pensional, en fin, todo aquello que, más allá del Plan de Desarrollo, debería ser motivo de los debates del momento. Hay, claro que sí, pedazos de cosas. Por ejemplo, se intenta una política minera y bastante de eso se avanza en el Plan. Pero igualmente, mientras el nuevo director de la ANH sostiene que hay que lanzarse al fracking como corazón de la política de hidrocarburos, en los Estados Unidos cada vez se advierte con mayor insistencia, aun por los institutos científicos gubernamentales más acreditados, que el fenómeno debe revertirse integralmente por sus graves implicaciones sísmicas y ambientales.
A no dudarlo, los postulados de la OCDE sobre Colombia intentan acertar y poner orden. Lo que todavía no está claro es si el país podrá estar a la altura de semejantes compromisos.