LA situación de abastecimiento de productos esenciales en Venezuela está adquiriendo características inconcebibles. Antes de la llegada al poder del ‘socialismo del siglo XX1’ era inimaginable que el ‘bravo pueblo’ llegara a los extremos de escasez de muchas cosas. Una sociedad boyante donde había provisión de todo lo necesario, sin limitaciones, incluso en elementos suntuarios o propios de naciones donde la gente tiene poder adquisitivo. Al margen de que la carencia de artículos de primera necesidad ahora se tornó en rutina, y la gente se ve obligada a madrugar y hacer larguísimas filas para conseguir leche, harina y otros alimentos, en otros tiempos cuando no obstante los problemas funcionaba la democracia, la libre empresa no era perseguida, ni existían restricciones a los medios de comunicación, el gusto de los venezolanos se distinguía por ciertos licores, hoy prohibitivos, como el whisky, que para el régimen actual es propio de los burgueses. Les ha tocado optar por el ron nacional, ya que el escocés allí cuesta más que en cualquier otro país del mundo.
El actual presidente Maduro, heredero de Chávez, persiste en políticas económicas que no resuelven nada, por el contrario, va de mal en peor. El mandatario sigue en la ruta trazada por su predecesor. Insiste en llevar a Venezuela hacia un sistema similar al que rige en la Cuba de los hermanos Castro Rus. Una de las más recientes medidas de racionamiento es la de hacer las compras con el último número de la cédula. Las cuatro cadenas comerciales les tocó unirse a esta decisión de que las compras sean cada día de la semana según la última cifra de la cédula. Los precios de la mayoría de productos son regulados por el Gobierno. Como la diferencia con los costos reales es grande se tornan en difíciles de adquirir. La espera es de horas y quien logra encontrarlos los acapara. Algunos los revenden. La determinación de los comercios deja a los venezolanos solo dos días para comprar. Una especie de ‘pico y placa’ para hacer mercado. Así que los grandes comercios replicaron el sistema público de distribución, que desde enero de 2015 estableció la compra por cédula, y aumentó la escasez de lo básico. Con la nueva forma habrá mayor cubrimiento en venta de alimentos.
Es la manera como se estila en regímenes donde el Estado lo pretende manejar todo y asfixia la iniciativa privada. Lo preocupante es que la población se habitúe a estos modelos de gobierno que coartan el libre albedrío. ¿Será que los venezolanos seguirán estoicos y resignados frente a un sistema autoritario en el que el ejecutivo lo copa todo?