- Constelación de políticos grises
- Unidad de España se fortalecerá
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La causa secesionista que impulsa el gobierno local de Cataluña, a cargo de Carles Puigdemont, es, a todas luces, un intento golpista contra la unidad de España. Incluso se considera que detrás de todo ello está Artur Mas, antiguo presidente de la Generalitat catalana. Uno y otro están rodeados de una constelación de políticos grises que han alcanzado renombre por hacer del discurso separatista un negocio. Aun así, sectores bien informados de la política interna ibérica consideran que el gobierno local se juega fuerte por la secesión bajo, paradójicamente, la seguridad que lo más probable es que no consigan su objetivo, puesto que son una minoría.
Es por eso que apuestan a convocar a unas elecciones ilegitimas, que saben serán bloqueadas por el gobierno nacional y por la justicia, en acatamiento a la Constitución y el Estado de Derecho. Todo ello para luego excusarse en que no los dejaron ir a un referéndum porque temían que los independentistas ganaran. Y también es claro que algunos de estos dirigentes quieren extorsionar al gobierno central de Madrid y exigir más dinero para sufragar sus gastos, lo mismo que mayores cuotas de autonomía, lo que les permitiría atornillarse en el poder con el apoyo popular.
Ahora bien, en el supuesto que por algún albur lograran los conspiradores separatistas su objetivo es probable que Cataluña se convertiría en presa fácil del fundamentalismo islámico, que ya golpeó duramente a Barcelona semanas atrás. De otro lado, es evidente que una eventual separación no alteraría la dependencia económica con Madrid, que es el principal comprador de su producción en muchos órdenes. Además, la consecución de fondos para financiar la autonomía catalana se vería afectada por la negativa de la Unión Europa a apoyar aventuras contra la unidad de los Estados miembros. Por fuera de la zona euro, el fracaso sería seguro. Y, por último, es claro que si lo que buscan algunos líderes es más protagonismo, la causa secesionista podría salirles al revés y debilitar sus aspiraciones, pues surgiría una masiva reacción de las mayorías catalana contra los separatistas.
La verdad es que Cataluña necesita de España tanto como España de Cataluña. Los castellanos y el resto de españoles en su manera de ser se complementan con los catalanes, forjando un país multicultural que ha conseguido sobrevivir a muchas crisis, tal como lo ha demostrado el mismo Mariano Rajoy, que logró superar el derrumbe económico y enrutar de nuevo a la nación por la senda del progreso y el crecimiento económico.
La vía rápida que ha empleado el Parlamento catalán para aprobar las leyes secesionistas, desconociendo la oposición a sus planes sediciosos, conllevó pisotear las normas que le habrían podido dar algo de legitimidad a su propuesta. Así que ahora deberán afrontar las sanciones legales por parte de los tribunales nacionales.
De otra parte, hay quienes consideran que el avance de los secesionistas se debe a que han sido tratados con guantes de seda por las autoridades nacionales. Las crisis con las regiones no se superan condescendiendo siempre con los que apuestan a la división para conseguir fondos, apoyos locales o esconder sus propios negociados y evadir la ley. Es preciso recordar lo que ha sostenido con insistencia Rajoy: la unidad de España es un tema que compete a todos los españoles y regiones de España. Por lo mismo, en ningún momento se puede pretender, por medio de elecciones espurias o leyes viciadas de inconstitucionalidad que socaban el marco autonómico, atentar con la unidad nacional.
La soberanía nacional está a cargo de todos los españoles y eso no cambia porque un grupo de conspiradores se haya contagiado del virus separatista, incluso a sabiendas de que a los que más perjudicaría es a los catalanes, que quedarían en el mismo nivel o incluso por debajo de algunos países africanos. En un mundo globalizado la propuesta catalana no pasa de ser un mal chiste geopolítico.
En realidad por lo que deben luchar los catalanes es por tener mayor influjo en España e integrarse con mayor fuerza. La administración local no está en condiciones de asumir los gastos de un Estado nuevo. Por el contrario, el separatismo la llevaría a asumir unos costos propios impagables, que provocarían casi de inmediato un vuelco negativo en social.
Lo que nadie se explica es que el gobierno central no tuviese un plan de contingencia para actuar de inmediato sobre Cataluña, lo que habría impedido que llegar los sediciosos tan lejos.