Vargas Lleras y el metro
Nuevo Amanecer Nación – ciudad
PARA ser precisos el tema del metro de Bogotá no responde ya a los estudios, por fin establecidos, sino a la financiación. En efecto, 15 billones de pesos por una sola línea de 27 kilómetros, suponen 555 mil millones de pesos por kilómetro. La cifra global se acerca a su vez al faltante de 12,5 billones de pesos que tiene el gobierno en el presupuesto nacional y para lo cual busca elevar los impuestos, reducir gastos nacionales y modificar inversión. Igualmente el monto es más del doble de lo que cuestan las autopistas de la prosperidad en Antioquia y casi el 30 por ciento del costo total de la infraestructura vial del país para los próximos años.
Esto quiere decir que el tema se puso candente y debe situarse justamente en cómo lograr esa financiación. Lo primero que es indiscutible es la prioridad del metro para Bogotá, requerimiento que se abandonó décadas atrás y solo se retomó hace un lustro con la actitud correspondiente. No obstante, sorprende, desde luego, la suma de 15 billones de pesos. En 2007 se había hablado de 7 billones y, en 2010, de 10 billones. Ahora se añaden 5 billones y como están las cosas, el incremento geométrico seguirá dándose si no se toman de inmediato cartas en el asunto.
El metro de Bogotá debe ser, ciertamente, un propósito. Y en tal sentido el presidente Santos podría tener esa obra de absoluta prioridad para los capitalinos. Está claro, por ejemplo, que el metro de Medellín finalmente fue costeado por la Nación. Pero también es cierto que tramos de TransMilenio, en Bogotá, han sido financiados nacionalmente. No se trata, pues, de las pugnas entre unas u otras regiones, lo que de algún modo sería infantil. Interesa, en cambio, que sea la misma Nación, más teniendo un presidente bogotano, la que tome las riendas, entendido por demás, que la mayoría de la financiación corre por su cuenta de acuerdo con la Ley.
En su momento, el presidente Santos creó la Consejería Presidencial para Bogotá. La idea fue buena, pero se abandonó por las inmediateces y la coyuntura política capitalina. Hoy se demuestra que la conexión permanente entre la capital y el Ejecutivo es un imperativo categórico. De hecho, no sólo el trascendental caso del metro, sino muchos otros temas hacen necesaria una relación continua, estructurada y fluida. Llámese ello el río Bogotá, la movilidad, la nueva ciudadela de entidades nacionales en la capital, la recuperación de grandes hospitales, la aerópolis que se pretende en los alrededores del aeropuerto Eldorado y muchos asuntos más deberían ser tramitados de una forma institucional y permanente.
Bogotá, sin duda, tiene dificultades en sus relaciones hacia el exterior. En general, la bancada de la Cámara de Representantes no tiene el alcance suficiente para generar las condiciones y sufragar los intereses propios de la megaurbe. En el Senado de la República, por cuenta de la circunscripción nacional, la situación capitalina no recibe atención. Y las decenas de senadores que pescan votos en su territorio no suelen mostrar interés alguno en las grandes decisiones citadinas. No hay, pues, vasos comunicantes efectivos con la Nación y son muy pocos, por su parte, los ministros que abren su agenda a la capital. De otra parte, el Concejo de Bogotá tiene un ámbito reducido, tanto en cuanto sólo le corresponde el presupuesto y el control político en su jurisdicción, sin que obtenga salirse del estricto marco normativo de su sede en la calle 34.
Sin embargo, de una fórmula netamente bogotana como la de Juan Manuel Santos – Germán Vargas Lleras, se espera lo máximo y orientación para la urbe. Es lógico que así suceda, mucho más cuando gran parte de la votación capitalina fue la que decidió la suerte de las últimas elecciones presidenciales. Encargado Vargas Lleras por el presidente de la República de la infraestructura nacional resultaría evidente que el metro de Bogotá, y otras obras, podrían canalizarse a través suyo. Con ello no solo sería innecesaria la Consejería antes dicha, sino que se lograría el más alto nivel posible para adecuar la relación de la Nación con la capital.