- Banrepública recalculó al alza meta del PIB
- Avance en medio de clima convulso externo
La economía colombiana viene experimentando un crecimiento lento pero sostenido, muy superior al de la región latinoamericana. Esa tendencia de reactivación no solo es reiterada constantemente por el Gobierno sino por otras instancias públicas y privadas, del orden nacional e internacional.
Si bien todas las ópticas sobre la marcha de la economía local son importantes, la del Banco de la República tiene un peso superlativo, no solo porque el Emisor ha dado sobradas evidencias de su autonomía frente a los gobiernos de turno, sino porque no en pocas ocasiones sus conceptos, marcados por una política ortodoxa y una medición objetiva de un sinnúmero de variables, ha contradicho análisis oficiales que muchas veces pecan de un optimismo no soportado en análisis fiables. Por ejemplo, meses atrás el propio Banco había reconsiderado a la baja la proyección de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para este año -lo pasó de 3,5 por ciento a 3,0 por ciento-, una decisión que no le cayó nada bien al equipo económico gubernamental, que contra viento y marea ha venido insistiendo en una meta de 3,6 por ciento, así los pronósticos del FMI, el Banco Mundial, la Cepal, las firmas calificadoras de riesgo y centros de estudios económicos privados sean más pesimistas.
Por todo lo anterior resulta, sin duda alguna, de trascendental importancia que la Junta directiva del Banco haya decidido esta semana volver a recalcular las proyecciones de crecimiento de la economía en 2019, pero esta vez al alza. Como ya se dijo, se venía estimando que el PIB al cierre de diciembre solo crecería un 3,0 por ciento, pero ahora los análisis del equipo técnico del Banco indican que podría cerrar con un 3,2 por ciento.
Este optimismo va en línea de lo informado por el DANE semanas atrás cuando indicó que la economía creció en el segundo trimestre 3,0 por ciento, al tiempo que corrigió el dato del primero, que inicialmente era de 2,8 por ciento pero finalmente lo situó en 3,1 por ciento.
¿En qué estamos creciendo? A junio fue claro que el comercio al por mayor y al detal fue el gran jalonador, en tanto reaccionaron también la industria y la construcción, y un poco más el sector minero y la agricultura. Un desempeño superlativo a nivel local más aún porque se dio en medio de un clima externo convulso por los coletazos globales de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, así como por un mercado petrolero con muchos altibajos derivados de cuestiones geopolíticas y cambios bruscos en la oferta y la demanda.
Otra buena noticia: tras sopesar que la inflación al cierre de agosto, cuando llegó a 3,75 por ciento, frenó la tendencia alcista que traía, el Emisor anunció que el costo de vida va rumbo a terminar este año dentro de la meta estimada. Un pronóstico positivo por cuanto con los remezones cambiarios de los últimos meses, las coyunturas climáticas y hasta fenómenos puntuales como el prolongado cierre de la vía al Llano por más de tres meses, se pensaba que el precio de los alimentos presionaría mucho el costo de vista.
Visto todo lo anterior se puede concluir que la economía va bien pero no es momento de lanzar las campanas al vuelo. Por el contrario, el clima externo continúa siendo muy volátil. El propio Banco de la República advierte que las perspectivas de crecimiento global se siguen moderando, llamando especialmente la atención sobre cómo la Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo redujeron sus tasas de interés de referencia con el claro propósito de inyectar más liquidez a sus economías. El efecto en Colombia todavía no se ha sentido, y prueba de ello es que el Emisor decidió por unanimidad mantener su tasa de interés en 4,25 por ciento.
Por el momento, a nivel local, hay que esperar el dato del PIB para este tercer trimestre que está por terminar. Los pronósticos preliminares son optimistas, según se desprende de los indicadores sectoriales disponibles. Sin embargo, hay que ser cautelosos con asuntos coyunturales como el desempleo, la incertidumbre por el futuro de la Ley de Financiamiento, la ‘cirugía’ en el Congreso al presupuesto general de 2020, el sube y baja del dólar y el petróleo, así como con las alarmas fiscales derivadas que se empiezan a prender para el cierre de 2019. Los propios gremios productivos están urgiendo ajustes sobre la marcha en varios frentes de la política económica. Hay que analizar objetivamente sus visiones y proceder a los correctivos pertinentes.
En fin, en medio de esta coyuntura económica -interna y externa- tan compleja, es mejor avanzar de manera lenta pero sostenida. O como lo dice la máxima: sin prisa pero sin pausa.