- Nuevos factores geopolíticos
- La democracia de nuevo amenazada
Ni siquiera la abrumadora derrota en el Congreso de las objeciones presidenciales al proyecto de ley estatutaria de la JEP, hace unos meses, sirvió para que el proceso de paz con las Farc se salvara de la hecatombe sufrida a raíz del rearme de una parte de su ala militar y cuyas reacciones siguieron sintiéndose esta semana. Mucha fue la propaganda que los enterradores de las objeciones hicieron entonces para denotar que no se tocaría ni dejarían tocar un ápice las cláusulas de la ley estatutaria y aún así ello no sirvió de nada para impedir la grave escisión del grupo subversivo que negoció la paz con el entonces presidente Juan Manuel Santos y cuya reactivación arbitraria hoy tiene de nuevo sumido al país en la incertidumbre. Hace mucho tiempo se sabía que eso venía en camino. Y no hay excusas que sirvan para justificar semejante espectáculo que, en múltiples temporadas, ha puesto de nuevo a Colombia como un país sin instituciones e incapaz de dominar su territorio.
De hecho, si las objeciones hubieran sido aceptadas al menos parcialmente y se hubiera adelantado el acuerdo nacional propuesto en el Congreso, a los efectos, otro habría sido el cantar. Pero el rechazo de plano de las objeciones, en medio de los aplausos opositores y la inocultable cara de satisfacción de tantos parlamentarios, lo que hizo fue impedir que las autoridades competentes se pusieran a tono y entraran en razón. Pero una cosa es, por supuesto, la retórica de la paz y muy otra la realidad que hoy se vive. Es la lección más clara de todo cuanto ha venido ocurriendo.
En esa dirección, la situación con el régimen venezolano ha pasado de castaño a oscuro. Si bien es perfectamente evidente que parte de los comandantes reactivados de las Farc tienen refugio en ese territorio, según lo han dicho las Fuerzas Militares colombianas, también es necesario que la información sea completamente clara y que ello permita elevar una denuncia categórica ante los organismos internacionales correspondientes. Lo peor que puede ocurrir es que la satrapía madurista se lave fácilmente las manos diciendo, como ocurrió esta semana, que el rearme de parte de las Farc es un problema eminentemente colombiano, sin incidencia en la geopolítica de la zona. Hoy más que nunca la frontera colombo-venezolana tiene límites inciertos. Y no se sabe qué pueda incluso esconderse detrás de la militarización fronteriza ordenada por Maduro.
En tanto, sorprende ver cómo frente al difícil panorama que se avizora cualquier respaldo al presidente Iván Duque de parte de opositores e independientes está lleno de condicionamientos. No deja de ser en cierta medida una actitud mezquina. Lo que necesita el país es la unidad de propósitos nacionales, en especial todos aquellos que en su conjunto signifiquen pasar la página de la violencia, recuperar la autoridad y reinstitucionalizar a la nación. Habrá, desde luego, que salvar la paz en aquellos componentes que se mantienen en la civilidad. Pero como se sabe, no es en los ETCR donde está el mayor riesgo sino, por ejemplo, en los milicianos de las Farc nunca desmovilizados y que, de acuerdo con los expertos, pueden llegar a una cifra del 60 al 70 por ciento de los que estaban adscritos a esas filas en las zonas urbanas antes de la firma del acuerdo de La Habana. Nunca hubo un compromiso cierto por parte de ellos. Y es a estos, precisamente, a los que se han dirigido los ex negociadores reactivados militarmente.
En tanto, duele constatar cómo la democracia colombiana sigue manteniéndose en vilo. El procurador general de la Nación, Fernando Carrillo, dio esta semana una alerta general para que las campañas no caigan en manos criminales. Al mismo tiempo la Defensoría del Pueblo advirtió que los riesgos de violencia, en medio de la justa electoral, surgen de todas partes. De hecho, los escabrosos crímenes cometidos en el Cauca que cobraron la vida de una candidata del partido Liberal, desarmada y quien había advertido las amenazas de muerte que tenía encima, además del acribillamiento de su comitiva, parecerían el eterno retorno de la violencia.
Es verdaderamente lamentable que el país no hubiera logrado la paz integral que se prometió hace unos años. Y que, en el reciclaje actual de la violencia, Venezuela se esté convirtiendo en el factor desestabilizador primordial. ¿Habrá algún cambio de estrategia al respecto?