- Tres años de polarización
- Mortal estocada al consenso
HACE tres años el país quedó sorprendido con el resultado negativo del plebiscito sobre el acuerdo de paz de La Habana. Las secuelas del desconocimiento de lo que entonces dictaminó el constituyente primario han removido, sin embargo, el soporte de la democracia colombiana.
No solo pues fue el resultado del evento plebiscitario sino que, de igual manera, se desconoció flagrantemente la necesidad de hacer un acuerdo político entre las voces discordantes del No y del Sí a fin de sacar avante un acuerdo de consenso, tal y como lo había autorizado en su sentencia la Corte Constitucional.
De los varios libros que se han publicado sobre la negociación entre el gobierno Santos y las Farc es claro que pudo haberse logrado un acuerdo entre los dos sectores en vez de haberse dedicado a presentar un convenio al Parlamento, llamado “Pacto del Colón”, que no tuvo la aquiescencia integral del pueblo colombiano. De hecho, la supuesta refrendación se hizo bajo una proposición secundaria, en el Congreso, desdibujando totalmente el sentido de la convocatoria popular. De tal manera, muchos colombianos se sintieron esquilmados en sus derechos y las consecuencias no se han dejado esperar sobre la epidermis democrática del país.
Si entonces se hubiera recurrido al consenso, como era menester para un tema de semejante factura, es muy posible que hoy el país fuera otro. Todas las energías políticas colombianas se habrían dedicado, ciertamente, a subsanar esa terrible falencia del proceso de paz con las Farc, que consistió en que el Estado nunca ocupó debidamente el territorio desalojado por esa facción guerrillera. Así las cosas, las demás fuerzas irregulares se trenzaron en una tremenda disputa de esas zonas, que persiste hasta hoy con consecuencias dramáticas sobre la vida de los líderes sociales y la supremacía de la soberanía nacional. De igual modo no fue posible, en el término de la distancia, llevar a cabo las ingentes obras sociales para recuperar esos territorios olvidados y subir decididamente el nivel de vida de los pobladores de la periferia.
Por el contrario, frente a esta situación, los cultivos ilícitos llegaron a cifras estrafalarias, nunca vistas en la historia colombiana. De la misma forma, los planes de desarrollo territoriales no pudieron llevarse a cabo con la dinámica que se requería. Y, lo que es peor, en el transcurso de la pugnacidad política se enquistó el naufragio del proceso, no solo a partir del desenvolvimiento creciente de las disidencias de las Farc, sino de la retoma de las armas por parte de su línea militar, escalando los ingredientes geopolíticos a partir del respaldo del régimen madurista en Venezuela, según lo ha demostrado el gobierno del presidente Iván Duque.
En todas partes del mundo, cuando no se hace caso a la voz del constituyente primario, elemento sustancial de la democracia, se llega a la sin salida. Está demostrado que el entonces presidente Juan Manuel Santos quiso llegar a un acuerdo conveniente con los sectores del No, pero sus asesores lo apremiaron para que no le diera largas a ese asunto y dejara de lado las posibilidades del consenso.
En ese sentido, el propio jefe negociador, Humberto De la Calle, en su libro sobre la paz, acepta que en medio de una reunión entre el presidente Santos y el expresidente Álvaro Uribe, le aconsejó por vía telefónica, desde La Habana, al Primer Mandatario, que tenía que cerrar inmediatamente las conversaciones en lugar de dar el pequeño compás de espera que se solicitaba y que el Jefe de Estado estaba en vías de otorgar. Sin embargo, De la Calle fue perentorio y con su actitud, reconocida en su libro, determinó que no se pudiera llegar a un acuerdo integral entre los sectores del Sí y del No.
El hoy expresidente Santos, en su volumen sobre “Las lecciones del proceso de paz”, da cuenta similar del mismo episodio. Y ahora el exfiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez, en la publicación que acaba de salir a las librerías, relata pormenores adicionales de sumo interés en los que da a conocer a la opinión nacional circunstancias inéditas sobre el tema, cuando actuó como una especie de mediador entre Santos y Uribe, bajo la orden del propio Presidente en un ejercicio en busca de un diálogo político para determinar una salida consensuada con la oposición.
Ninguna de esas posibilidades de pacto se pudo llevar a cabo debido a que ciertos áulicos gubernamentales le cerraron la puerta a la idea de asumir una actitud de conjunto para hacer caso al dictamen del pueblo en el plebiscito y, al mismo tiempo, cumplir un acuerdo con las Farc representativo de toda la sociedad colombiana. Fue un verdadero estropicio político que ello no hubiera ocurrido así y que todavía hoy se estén viviendo las secuelas de semejante polarización, a todas luces innecesaria y carente de la dinámica que exige un país como Colombia.