*Polémica tan cíclica como desgastada
*Campaña debe dar luces sobre el tema
Una de las discusiones más reiteradas de los últimos años en la capital del país es, precisamente, qué hacer con la restricción al tráfico vehicular más conocida como “Pico y placa”. Y prueba de ello es lo que ha pasado en semanas recientes en donde el tema se ha movido bastante. De un lado, un sector de los taxistas indicó que no estaba de acuerdo con que la medida les fuera levantada desde mediados de este mes, bajo la tesis de que liberar todo el parque de vehículos de servicio público individual, de color amarillo, aumentaría sustancialmente la congestión de tráfico en la ciudad, que se incrementa por el comercio navideño y de cambio de año. Igual, tanto en medio de la controversia sobre el creciente número de taxis blancos o de servicio público especial en la ciudad, así como en la no menos álgida controversia sobre la legalidad o no de la plataforma tecnológica de servicios de transporte Uber, el tema del “Pico y placa” estuvo sobre la mesa. Como también pasó en el arranque de esta semana con la petición de los gremios de taxistas para que la Administración Distrital evalúe la posibilidad de volver a implantar la restricción de todo el día para los vehículos particulares, derogando así el horario actual de un lapso matinal y otro verpertino. Igual ocurrió meses atrás cuando se eliminó la restricción en un amplio sector del norte de la ciudad, al tiempo que se determinó la no aplicación de la misma para los automotores que en la zona centro circularan, por lo menos, con tres personas. Y qué decir de los distintos análisis que se hicieron cuando se implantó el “Pico y placa” para particulares todo el día por los partidos mundialistas de la Selección Colombia y los índices de accidentalidad y de casos de conductores ebrios se redujeron ostensiblemente. Asimismo, se debatió al respecto cuando se implementó la medida para vehículos que prestan el servicio de transporte público colectivo y cuando se reformaron los horarios y rutas de entrada del transporte de carga por carretera a la ciudad.
La utilidad de la restricción vehicular y qué tanto margen existe para disminuirla o ampliarla también ha estado a la orden del día en todos los debates sobre qué hacer para mejorar los índices de movilidad en la ciudad. Es claro que la suerte del “Pico y placa” depende del avance o retroceso en la implementación del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), las nuevas troncales de Transmilenio y los correctivos en el funcionamiento de las actuales, la rapidez con que comience a funcionar el Tren de Cercanías o qué tan cercano podría estar el arranque de la construcción del Metro. En los proyectos relacionados con vías perimetrales y ampliación de las troncales viales de salida y entrada a la ciudad, también se ha hablado sobre el impacto que las mismas tendrían sobre las limitaciones al tráfico automotor público y privado en la ciudad.
Igual el tema se puso sobre el tapete cuando se discutió de nuevo la propuesta de la Administración sobre el cobro de una especie de “tasa por uso de áreas de alta congestión”, proyecto de Acuerdo que no pasó en el Concejo Distrital.
Como se ve, el “Pico y placa” ha estado en el centro de las controversias durante todo el año en Bogotá, pero no por ello se ha podido llegar a un escenario en el que haya total claridad respecto a la utilidad de la medida, o la necesidad de ampliarla o desmontarla. Si bien en muchas ocasiones se parte de los mismos estudios sobre volumen de parque automotor, capacidad y estado de la malla vial, velocidad promedio de desplazamiento, área utilizada por los distintos tipos de vehículos, nivel de integración de las modalidades de transporte particular, público individual, público colectivo y masivo, además de la creciente incursión del bicitaxismo, las interpretaciones de los expertos y actores del sistema son disímiles y en no pocos casos parcializadas y atendiendo a intereses sectoriales.
Ahora que comienza la campaña electoral para la Alcaldía capitalina resulta de suma importancia que los distintos candidatos empiecen a destapar sus cartas sobre el “Pico y placa”. Sólo así los bogotanos podrán vislumbrar si esta discusión, tan cíclica como desgastada, tendrá, por fin, un resolución objetiva.