* La justicia da vuelco sorpresivo
* Se temen más desórdenes en Brasil
Según los medios de comunicación del Brasil las protestas callejeras y los desmanes que desbordaron a las autoridades policiales, recientemente en ese país, tienen que ven con los escándalos de corrupción que sacuden a esa potencia emergente. La población marginal y sectores amplios de la clase media, salieron a las calles a expresar su descontento, precisamente cuando el Gobierno se sentía más fuerte por las mayorías con las que cuenta en el Legislativo. Por el predominio en los principales Estados y ciudades, como por los índices de popularidad que favorecen a la presidenta Dilma Rousseff, así como por el manejo de la economía que en medio de la crisis mundial no ha decaído tanto como pronosticaban los expertos, si bien el país requiere crecer a un ritmo mayor para superar los abismos sociales y se observan algunos nubarrones en el horizonte.
Los corredores de bolsa consideran que el país crecerá este año un 2.4%, en tanto el Banco Central hace unos días rebajó su proyección estimada de un 3.1%, al 2.7. Tras haber registrado una expansión del 7,5 % en 2010, el crecimiento de la economía brasileña sólo fue de 2.7% en 2011 y de 0.9 % el año pasado. Estos porcentajes de decrecimiento indican que algunos planes oficiales que se hicieron presupuestando entradas mayores no se pondrán en marcha y que los sectores populares sufrirán mayores estrecheces, lo mismo que el mercado interno y el consumo se reducen, ya afectados por la disminución en algunos rubros de exportación. Lo que favorece a Brasil es que hoy cuenta con una pujante industria petrolera y avanza en tecnología. Así como se autoabastece en alimentos y es un poderoso exportador de los mismos.
La presidenta Dilma Rousseff, con el apoyo del Partido de los Trabajadores e influyentes colaboradores que conocen la mentalidad de la población en sus distintas regiones que marcan la diversidad, se esfuerza por contener el descontento y reducir las frecuentes protestas de los sectores marginales. Sin que pueda hacer mucho por evitar los sucesivos escándalos que se presentan por cuenta del creciente aumento de la corrupción. Las multimillonarias cifras que se mueven en la economía del país y en el sector oficial determinan que el “mensalão”, palabra que se refiere a las coimas y el serrucho que se hacen bajo la mesa en la negociación de grandes contratos, que se utiliza para denominar el mayor escándalo oficial del partido de gobierno, no solamente afectan a los involucrados, sino al Gobierno y al sistema judicial, con razón o sin ella se dice que influyentes elementos de la Administración y del sector privado se mueven en las altas esferas para sugestionar a los jueces.
Pese a las supuestas intrigas de cuantos quisieron torcer la voluntad de los magistrados que investigaban los ilícitos, éstos consiguen superar las presiones y argucias de los abogados defensores, hasta penetrar lo que se conoce como la más gigantesca y multimillonaria telaraña de corrupción de las altas esferas oficiales, con varios exministros comprometidos, al punto que varios son condenados por el Tribunal Supremo. El hecho de que por fin resplandeciera la justicia y se condenara a penas severas a políticos tan influyentes, parecía calmar a la oposición y a las gentes del común que salieron a las calles a protestar contra los elementos de la plutocracia enquistados en el Gobierno y sus negociados. Sin que se calme del todo la hostilidad de los descontentos en cuanto otros escándalos han sacudido al actual Gobierno, frente a los cuales la presidenta Dilma Rousseff suele actuar, por lo general, con prontitud al retirar el apoyo a los colaboradores que deslizan sus garras por el Tesoro del Estado, sin importar la confianza que haya tenido con ellos ni su influjo en el partido oficial.
El escándalo que sacude ahora al país se da por cuanto el juicio del "mensalão", en el cual se había condenado a los corruptos, al entrar dos nuevos magistrados dan un vuelco al proceso que podría dar al traste con lo actuado hasta el momento, propiciando largas a un nuevo juicio. Escabroso giro judicial conseguido por seis votos contra cinco, que permite que mediante el denominado “embargo infrigente” se les reduzcan las penas y obtener generosos beneficios como el régimen semiabierto. Los más reconocidos comentaristas y políticos temen que por cuenta de la eventual impunidad resurjan los indignados en las ciudades y pueblos del país, con efectos desestabilizadores para el Gobierno.