- Le niegan oxígeno a May
- Martes de infarto en Londres
La política inglesa durante la gestión de la primera ministra Theresa May se ha ido convirtiendo en una película de suspenso que pone a prueba los nervios y la paciencia de los flemáticos parlamentarios del Reino Unido. Cuando llegó al poder la poderosa dirigente conservadora su partido tenía amplia mayoría en el Parlamento. En un gesto audaz la dirigente resolvió anticipar elecciones con el fin de fortalecer su influjo de poder pero las cosas le salieron mal por cuenta del cansancio y desconfianza de la ciudadanía con el tema del Brexit. May se arropó por un tiempo con el apoyo de los radicales conservadores, amigos de salir de la Unión Europea y defender a toda costa los intereses de la Gran Bretaña en la negociación del ‘divorcio’. Luego sobrevino una ruptura con esos dirigentes, dejándola con una precaria mayoría en el Parlamento y a su gobierno en un estado de extrema debilidad.
El cambio sucesivo e intempestivo de varios de los funcionarios encargados de negociar el Brexit determinó para May que los mejores líderes conservadores se negaran a acompañarla en esa gestión. Prácticamente le tocó a ella misma asumir las tratativas con las autoridades europeas, pero sin conseguir tampoco las concesiones que los más radicales en Londres reclamaban para poder salir del bloque comunitario. Esa diplomacia personal la debilitó un tanto, aunque le permitió ganar tiempo con el Parlamento e intentar mejorar su imagen en los medios de comunicación británicos.
En medio de todo ese rifirrafe lo cierto es que el texto final del acuerdo con Bruselas sobre el retiro del Reino Unido no ha conseguido apoyo colectivo ni partidista entre los británicos. Para los conservadores más duros, la negociación es un fracaso y consideran que Inglaterra tendría que pagar una cuantiosa cifra y quedaría reducida a una colonia de la UE. En tanto, producto del desgaste con este largo proceso, un sector de la población londinense pareciera ser cada vez más partidario de reversar el ‘divorcio’, en tanto los grupos poblaciones regionales y nacionalistas continúan exigiendo que se cumpla ya el Brexit, determinado por mandato popular.
A hoy la opinión pública en general se muestra desconfiada y recelosa de lo que costará a cada cual el impacto político, económico y social una vez se concrete el Brexit. Pero paradójicamente también aumenta la preocupación por los cuantiosos gastos que quedarse le significaría al fisco inglés. Los más escépticos con el tema consideran que dentro o fuera de la Unión Europea Londres seguirá siendo la capital bancaria del viejo continente, en tanto que las relaciones comerciales británicas con China e India son flexibles y sólidas, al tiempo que Washington reafirmó semanas atrás su alianza.
El escenario clave para sacar avante el Brexit es el Parlamento. El mismo en donde May es muy débil, pese a que logró semanas atrás superar un voto de confianza y también postergar la votación definitiva sobre el acuerdo de ‘divorcio’ de la UE, que estaba programada para diciembre y posiblemente la habría perdido. El martes próximo el tema vuelve a ponerse sobre la mesa y la incertidumbre es total, ya que las cuentas de los votos a favor y en contra del acuerdo del Brexit logrado por May con los delegados de Bruselas son muy disímiles. Lo evidente es que en el último minuto de la crisis todo dependerá del eventual acuerdo con los conservadores. Si no hay tal, entonces el martes la salida del Reino Unido del bloque comunitario no solo quedará en vilo, sino que se abrirá la ruta a unas elecciones inciertas y un futuro político plagado de sombras para los ingleses.
Como las negociaciones se han prolongado tanto entre la Bruselas y Londres, el falso pánico con el cual la Primera Ministra amenazaba a la bancada conservadora y a los otros partidos se ha ido diluyendo. El fantasma del descalabro ya no asusta, como pasa con las leyendas de los espantos de los viejos castillos. Además, en materia geopolítica se considera que el pulso entre Londres y Bruselas no es el foco principal, sino que el asunto crucial es la ‘guerra comercial’ entre China y Estados Unidos, situación en la que Londres puede jugar un papel fundamental y sacar grandes ventajas.
Habrá que esperar al martes para ver si, por fin, la larga novela del Brexit llega a su final o si, por el contrario, se prolongará aunque con un final tan incierto como desgastante.