* Gorbachov y la Perestroika
* Principio del fin de la URSS
SIR Winston Churchill bautizó como “la Cortina de hierro” a la Unión Soviética, región donde imperaba la dictadura del partido comunista, el horror de los prisioneros políticos y se conspiraba contra la paz mundial y el denominado mundo libre. Rusia, situada en un lugar geopolítico privilegiado, se convirtió en el pilar del poderío soviético, como estado pivote, lo que le permitió moverse para diversas zonas del planeta e influir en las mismas, tanto en Europa como en Asia y otras regiones.
El sistema comunista dictatorial instaurado por Lenin padeció malestar económico hasta que recibió la ayuda económica de los Estados Unidos, lo que le facilitó construir una poderosa maquinaria militar durante la Segunda Guerra Mundial y expandir sus fronteras absorbiendo, en nombre de la solidaridad política o por las armas, a varios países vecinos. Así, la Unión Soviética compitió en todos los órdenes con Estados Unidos, en especial en la carrera espacial, para la cual destinó sumas multimillonarias sin que su crecimiento económico compensara los gastos, en tanto que su industria envejeció sin renovación, a diferencia del sistema capitalista. La apatía y el descontento reinaron entonces entre los trabajadores soviéticos por los bajos salarios y la pésima calidad de vida, pese a sus triunfos en la carrera espacial y su expansión a costa de los países vecinos sometidos militarmente o por solidaridad comunista, puesto que la mayoría de ellos cayeron en poder de Moscú por cuenta de los acuerdos de Yalta.
La creciente crisis económica y el malestar social obligaron a Mijail Gorbachov a proponer cambios en la estructura económica de la dictadura comunista, lo que se conoció como la Perestroika. Cambios que en vez de mejorar la situación del proletariado ahondó las diferencias con los parásitos del partido comunista que ganaban más, lo que fomentó un mayor descontento. En especial, cuando se conocieron los lujos que disfrutaban las élites oficiales. Entonces las protestas se volvieron recurrentes en los dominios de la Unión Soviética, pese a la censura y la represión policial. Las gentes del común se enteraron de los mejores niveles de vida que gozaban los tan criticados países capitalistas. En gran parte, la redistribución de los ingresos estatales fue lo que más fomentó esa discordia, en tanto la economía se resintió por la incapacidad de competir y la falta de estímulos a los trabajadores.
Con la crisis, la maquinaria de guerra se tornó en la mayor carga económica para el pueblo y las subvenciones estatales se volvieron impagables. La producción industrial se encareció y perdió competitividad, los alimentos escasearon y por la fatal inflación subieron de precio. Es en ese marco que sucede el famoso intento de golpe de Estado que resulta fallido contra Gorbachov y sus reformas, impulsado por los comunistas más retrógrados y recalcitrantes. Los tanques se movilizaron amenazadores por Moscú cuando la población salió a las calles a defender el gobierno.
El golpe de agosto de 1991 fue conjurado, más el gobierno de Gorbachov quedó herido de muerte. en tanto los países miembros de la Unión Soviética se prepararon y esforzaron para sortear la ya inevitable implosión de la Unión Soviética.
Las reformas de Gorbachov siguieron, el sistema hizo agua por todas partes. Sostener el poderoso aparato militar consumió los fondos oficiales. Movilizar las tropas para amedrentar o sofocar a cuantos reclamaban la libertad se hizo imposible y el gobierno no logró un efecto inmediato para mejorar la calidad de vida de la población. El golpe fracasó, pero los países incorporados a la Unión Soviética, por la fuerza o contra su voluntad, mantuvieron su pugna por la libertad. El propio gobernante en Moscú sostuvo entonces que los agitadores en su contra “para encender un cigarro prenden la pradera”. La situación con el paso de los días fue insostenible, al punto que se temió una guerra civil. En ese momento no lograron su cometido los adversarios de Gorbachov, más el sistema entró en un debate entre la contradicción oficial y el malestar popular. La posibilidad de la confrontación interna en un país armado hasta los dientes y con potencial nuclear preocupó hondamente a los vecinos.
Gorbachov, después del fallido golpe de Estado y convencido de la eventual desintegración de la Unión Soviética, se ocupó de alentar la economía y desactivar la bomba de tiempo a fin de dar paso a una transición pacífica.