*Las delirantes denuncias sudafricanas
*Israel y el derecho a la legítima defensa
Muy seguramente es Sudáfrica el país menos indicado para acusar de genocidio a Israel. Porque no solo ha sido huésped de genocidas como algunos “señores de la guerra”, protagonistas de la matanza de 200.000 personas en Darfur, sino que, igualmente, goza de cercanía diplomática y política con el nefando grupo terrorista de Hamás.
De hecho, frente a las acusaciones de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), lo primero que debe dejarse en claro es que, por las razones anteriores, los países que se han solidarizado con la vocería del gobierno de Pretoria contra Israel deberían primero exigir la entrega de quienes hicieron parte de la conflagración sudanesa y que también han sido acusados de crímenes de guerra. Cualquier actitud en contrario tiene un acre sabor a hipocresía y devela las intenciones politiqueras que rodean el pleito contra el Estado judío.
Por el contrario, quien fue víctima de genocidio fue la población israelí, cuando los agentes terroristas de Hamás entraron en su territorio asesinando sorpresiva e indiscriminadamente al menos a 1.200 civiles desarmados, entre ellos niños, mujeres y ancianos, además de secuestrar a más dos centenares de personas. Y la justificación para hacerlo, de acuerdo con los perversos comandantes de la infamia, fue la de “eliminar” la raza y religión judía. Es decir, llevar a cabo lo que desde el punto de vista penal internacional se tipifica, precisamente, como genocidio. De manera que, en estrictos términos jurídicos e incluso dentro de un mínimo sentido común, los genocidas son los de Hamás.
En efecto, el genocidio se define en los convenios internacionales como el intento de destruir, en todo o en parte, a un grupo étnico, racial, nacional o religioso, con miras a una ‘limpieza’ por vía de las armas. En general, es así como proceden los áulicos financiados por Irán, al estilo de Hamás, cuyo propósito declarado es, no solo acabar una democracia plena como la que prevalece en el Estado Israel, sino con cualquier resquicio que pueda compadecerse con la concordia y la paz en la zona. Y que, además, no signifique vivir bajo la férula del fundamentalismo islámico y la teocracia anacrónica que sirve de base para la infamante mengua de la mujer y otras estruendosas anomalías, totalmente violatorias de los derechos humanos.
Desde luego, los proclives al terrorismo de Hamás hacen de caja de resonancia para incrementar las desgracias de la guerra. Pero el mundo sabe que muchos de los datos emitidos por los voceros políticos del grupo terrorista provienen de la intención de neutralizar a Israel e impedirle la recuperación de la seguridad, imperativa para su supervivencia inmediata y hacia el futuro. Acto que nada tiene que ver, por supuesto, con la proscripción del pueblo palestino. Por el contrario, se trata de liberarlo de la maligna coyunda a que ha sido sometido por cuenta de los grupúsculos del terror afincados en Gaza, que por lo demás utilizan cobardemente a la población palestina de escudo, en otra flagrante violación de las normas internacionales.
Para nadie es secreto que Israel, donde hoy impera un gobierno de unidad nacional de orígenes partidistas disímiles, ha indicado que su propósito es acabar con Hamás. Y en ello existe unanimidad interna, pese a las diferencias en otros aspectos. Así se hizo en el Reino Unido, durante la Segunda Guerra Mundial, con el gobierno de Unidad Nacional encabezado por Winston Churchill, alianza política que no terminó hasta no ver morder el polvo a Hitler.
Por otra parte, la Cancillería israelita sostuvo en estos días ante la Corte Internacional que, en dirección a neutralizar y acabar con Hamás, permanece firme y atada a las leyes universales de la guerra. En modo alguno ha puesto, entonces, objetivos militares diferentes a los contemplados en la legítima defensa. Pretende el gobierno de Sudáfrica equiparar las acciones de Israel con las de los terroristas gazatíes, a los que inclusive trata de exculpar al aducir un apartheid inexistente. ¿Acaso se olvidan de que, desde 2005, Gaza pasó a manos de la autoridad Palestina? ¿Y que luego Hamás, en vez de utilizar los recursos internacionales en sacar al pueblo avante, los dedicó a apertrecharse y preparar la hora, durante lustros, para la sangrienta embestida terrorista de octubre pasado?
Desde luego, y como se sabe, parte importante del pueblo sudafricano tiene actualmente en entredicho al partido de gobierno. Y que ahora, con estas actitudes, busca una recomposición electoral. Un caso para tener en cuenta, cuando ciertos líderes creen encontrar una veta de popularidad en las hórridas entretelas del terrorismo y la guerra.