*La erradicación de las ‘ollas’
*Se requiere más compromiso social
Cada día que pasa los bogotanos tomamos conciencia de los múltiples problemas que agobian a la ciudad. Los diarios se ocupan más en los escándalos de corrupción que en la gobernabilidad. No existe un verdadero compromiso ciudadano de servir a la ciudad. El civismo que en su momento promovió el alcalde Antanas Mockus, motivando a mucha gente a dejar la hostilidad contra sus conciudadanos tiende a desaparecer. En algunas zonas de la ciudad en donde se podría concertar para intentar solucionar los desencuentros sociales mediante la persuasión, se apela al uso de la fuerza. Lo que se observa con frecuencia cuando afloran manifestaciones de descontento en las paradas de Transmilenio, en cuanto las comunidades sienten la necesidad de paralizar el transporte, como un método infalible para ser oídas. Lo que no se soluciona en exclusiva mediante la represión. Numerosos desencuentros entre la población y la fuerza pública se pueden superar por la simple mediación de las autoridades civiles. Las que no se ponen de acuerdo, unos sostienen que se les debe suministrar la droga a los que son dependientes de la misma, en tanto es preciso reprimir a los que venden las sustancias alucinógenas en las ‘ollas’ podridas.
La actividad policial contra estos antros ha sido positiva y la ciudadanía siente alivio cuando se entera de que están siendo eliminados esos reductos del crimen, no solamente en Bogotá sino en las principales ciudades del país. Una de las amenazas más graves que afrontan los grandes urbes en Hispanoamérica es la de la toma de las zonas marginales por cuenta del hampa común, al montar un negocio multimillonario con la venta al menudeo de alucinógenos, armas y toda clase de elementos provenientes de hurtos y asaltos. En esos tenebrosos lugares, tal como lo denuncian investigadores sociales, se ha desarrollado la venta de niños y adolescentes de ambos sexos, que mantienen dopados y los someten a las peores vejaciones. Varias de esos seres separados de sus familias, derrumbada su voluntad y degradados por el vicio, provienen de sectores sociales que tuvieron algunos ingresos para un pasar estable, sea por cuenta de herencia o de cargos que desempeñaron en su momento. Las drogas y el vicio, los fueron degradando hasta que después de ir cientos de veces a las ‘ollas’, de gastar sus ahorros y vender los objetos de sus casas o despojar a la familia de los mismos, terminaron hacinados como bestias en esos sitios, en donde según los datos policiales convivían con la escoria y comían alimentos contaminados hasta de excrementos, como paga a sus servicios. Los informes de las oficinas de salud y las universidades, que han hecho investigaciones in sito, muestran que esos elementos viciosos habrían podido ser tratados a tiempo y rescatados de las garras del hampa y la degradación.
El drama de las gentes sin recursos y los que llegan como desplazados a las ciudades es una pesadilla sin fin. Lo que sorprende es que muchos de esos adolescentes consiguen superar la miseria y después de terribles penalidades, de trabajar duro y sufrir numerosas decepciones, consiguen estudiar y trabajar. Por lo general, según los informes especializados, se trata de seres que fueron desalojados de sus tierras, pero que conservan en su conciencia los valores familiares. En tanto que los hijos de criminales o seres abandonados apenas en su niñez en las calles, rara vez superan los padecimientos de su condición y la caída al pozo del derrumbe moral. Lo que demuestra que si el Estado y las entidades privadas actúan a tiempo es posible salvar a los más con políticas sociales adecuadas. Esa combinación de esfuerzo y el apoyo moral, como la educación y oportunos estímulos psicológicos deben suceder a la represión, antes que los delincuentes despojados de su modus vivendi, se trasladen a cometer otros delios y seguir en lo mismo en pequeños núcleos clandestinos de las ciudades. Al extraordinario desempeño policial debe sumarse una eficaz acción social y humanitaria, de lo contrario lo que se viene es la migración del delito.
Entre tanto, la presión y eficacia de los cuadrantes policiales va dando resultados y la Policía sube en puntos entre la población. Sin que sea suficiente el contacto con la gente, se requiere el apoyo y compromiso de la sociedad en su conjunto con la autoridad. Lo mismo que más educación, formación en valores y en extender la solidaridad, tal como lo proclama con sabiduría el Papa Francisco.