* Un conflicto demencial
* La justicia alternativa y la paz
La subversión en nuestro país en tiempos de Tirofijo y del mono Jojoy alcanzó a desafiar el sistema bajo la consigna pública en la que decían que dada la ruptura del proceso de paz que llevó a cabo el presidente Andrés Pastrana en el Caguán, del cual las mismas Farc se retiraron intempestivamente sin producir ningún documento elemental en el cual explicasen las razones para seguir en la guerra, pasarían a una ofensiva sobre las grandes ciudades colombianas con la finalidad de tomarse el poder. Si alguna vez creyeron en sus propias palabras y no se trataba de una cortina de humo para justificar seguir en los negocios sucios con las mafias, se equivocaron de estrategia. El gobierno de Pastrana con el Plan Colombia aprovechó para rearmarse y obtener a un costo multimillonario la superioridad aérea que cambiaría el curso del conflicto armado. No les valió a las Farc contar con el apoyo de varios países vecinos, ni con el refugio en estos para mantener colonias vacacionales y entrenamiento, puesto que como es archiconocido el campamento de Raúl Reyes en el Ecuador fue bombardeado y en otros países en los cuales eran amparados por gobiernos de izquierda los servicios secretos colombianos vigilaban a los cabecillas, controlaban sus comunicaciones en algunos casos y desarticulaban varios frentes subversivos.
La decisión nacional de conducir la campaña gubernamental contra los alzados en armas hasta obtener la victoria y desalojarlos de sus guaridas, no habría sido posible sin el apoyo de los Estados Unidos y de la población colombiana que votó dos veces por Álvaro Uribe y una por Juan Manuel Santos, para que derrotarse a los grupos ilegales armados por la vía militar o de ser posible mediante la negociación. Es evidente que tanto la vía de la guerra como la diplomática están plagadas de dificultades y sorpresas, puesto que se trata de entenderse a tiros o por medio de la palabra y la negociación con elementos cuya conciencia está anclada como en el primer día de la creación, por lo que mantienen un desprecio brutal por la vida humana, no vacilan en atacar hospitales, ambulancias, escuelas, ancianatos y han lanzado bombas caseras letales sobre la población inerme, a la cual los terroristas suelen utilizarla como carne de cañón, a pesar de que dicen ser defensores de los campesinos humildes, en sus zonas de influencia los tratan peor que los esclavos y a sus hijos e hijas los arrancan de sus hogares y los convierten en desalmados milicianos.
Como recuerdan los memoriosos la subversión colombiana por lo menos entre sus cabecillas se inspiró en la revolución cubana, donde algunos de sus cabecillas recibieron entrenamiento militar y les inculcaron el abecedario revolucionario, que no pasó de unas cuantas consignas que repiten hasta hoy, a sabiendas de que la revolución en Cuba fracasó en cuanto a desarrollar la Isla, siendo que involucionó hasta convertirse casi en un cementerio donde los vivos se confunden con los muertos y escasamente consiguen subsistir en medio de un sistema represivo que ha convertido la que fuera antes próspera y alegre Isla en un remedo de democracia maltrecha o dictadura, en un gran campo de concentración donde prevalece la hambruna y la frustración, en el cual, los jerarcas del régimen, también son prisioneros así estén mejor alimentados.
Entre tanto, lo que se observa en otras regiones del planeta como el Medio Oriente o en África y en nuestras selvas, la violencia se ejerce de manera feroz casi sin que importe la supuesta justificación ideológica, para derivar en un negocio de expoliación a las víctimas, secuestros a la carta, saqueos y negocios turbios como el de los cultivos ilícitos. Por fortuna las Fuerzas Armadas de Colombia con una jerarquía de mando experimentada y creativa, que conoce a fondo el escenario de la guerra, ha conseguido con soldados profesionales y valerosos comandos acorralar o eliminar a los más temibles miembros del Secretariado y sus segundos. Sin esos positivos resultados en el escenario de la guerra no sería factible una negociación como la que lleva a cabo el gobierno de Juan Manuel Santos en La Habana. Y, también, por esa serie de triunfos militares a lo ancho y largo del país, si se les dan las posibilidades de reincorporarse a la vida civil es posible que estos depongan las armas. Y, seguramente para que se avance en pactar una paz con justicia y reparación a las víctimas. A la manera como se alcanzó en otros países es previsible que los jerarcas de las Farc sean juzgados y condenados; con la posibilidad de que la pena quede en suspenso en tanto se les ayuda a reintegrarse a la vida civil, en el entendido que los que intenten empuñar las armas tendrían que cumplir esa pena a la que fueron condenados y sin derecho a la excarcelación.