Los superministros
El posconficto no da espera
EL presidente Juan Manuel Santos, por decreto está modificando la estructura del Estado, la composición del gabinete ministerial con la creación de superministerios, como le aconsejó el exprimir ministro Anthony Blair. Se tiende a poner en marcha a políticos ejecutores para conseguir que impulsen las grandes obras que se requieren para recuperar y desarrollar la infraestructura nacional, que en algunas regiones del país se encuentra en la edad de piedra, precisamente en zonas de la periferia en las que la violencia es el azote diario de los habitantes y donde se concentran los más graves problemas sociales del país, como la mayor riqueza, en su mayoría sin explotar. El Gobierno tiene claro que es preciso hacer un gran esfuerzo para desarrollar las áreas de la periferia en donde impera la ley del revólver para incorporarlas a la civilización. En tanto no se desarrollen esas regiones olvidadas de Dios que se han convertido en el reino de los alzados en armas y los negociantes de los cultivos ilícitos, los violentos mantendrán su imperio al fallar el del Estado.
El presidente Santos no ha vacilado ni un instante en recurrir al político que se convirtió en el pararrayos del régimen en el pasado cuatrienio: Germán Vagas Lleras, quien no será un vicepresidente decorativo sino la mano derecha del Gobierno. Vargas Lleras es un gallo fino de pelea acostumbrado a mandar y exigir todo de su equipo; no se conforma con la mediocridad y reclama hasta el sacrificio de quienes le acompañan en la brega política. Su compromiso en el anterior período, con la vivienda para las clases más menesterosas, fue absoluto y respondió al reto con resultados tan positivos que Santos lo escogió como su fórmula. Al convertirse Vargas Lleras en el gran ejecutor del Gobierno compromete su futuro político. La fórmula es simple, obtiene resultados o perece. Su futuro está ligado al de Santos. Se le da la mayor confianza y al mismo tiempo en su momento se le van a pedir resultados. Por su experiencia como congresista y sus facultades de orador persuasivo y en determinados casos beligerante, podrá entenderse en los debates parlamentarios con los gobiernistas y confrontar a la oposición. Se trata de vencer la morosidad burocrática, la maraña de normas que impide mover un lápiz de un escritorio oficial, derrotar la tara nacional de la peritología, de las dificultades y demandas que están dispuestos a incoar los leguleyos del país para impedir que se gobierne. El futuro de Vargas Lleras queda ligado de manera indisoluble al de Santos, por lo que cuenta con proyectos, recursos y el respaldo general para impulsar las obras que requiere el país para destrabar el desarrollo.
Néstor Humberto Martínez es de los abogados litigantes más exitosos. Ha llevado los pleitos más delicados con éxito y la fortuna le sonríe, como hombre de confianza de los más poderosos capitanes de empresa del país. Con sus conocimientos jurídicos y su experiencia política, se espera que consiga vencer las dificultades administrativas de toda índole y presentar regularmente resultados en una verdadera carrera contra el tiempo. Es un conciliador y un político persuasivo, al tiempo que está en capacidad de exigir resultados a sus colaboradores. Estos dos personajes se convierten en los ejes centrales del Gobierno. Sus funciones son las que ha dispuesto el gobernante. Luego vendrán las demandas y las contrademandas de quienes se opondrán a su gestión, como el apoyo de la población en cuanto se obtengan resultados. Lo que no admite discusión es la crisis de gobernabilidad por cuenta del Estado que heredamos de la Constitución de 1991.
Es una verdad de a puño que el Estado que tenemos aún padece de debilidad crónica para consagrar la paz. La paz y su vigencia reclaman una reforma del Estado. Las medidas que tomó el presidente Santos, al nominar a sus colaboradores como superministros, en un sistema presidencialista y al mismo tiempo, centro-federal, exigen otras reformas. Fuera de que habrá que atender las demandas de los que dirán que esas innovaciones tenían que ser aprobadas por el Congreso. Sin considerar que las negociaciones de paz en La Habana, y los compromisos de toda índole que se van adquiriendo sobre la marcha, requieren de una acción inmediata del Gobierno. Entre tanto los partidos políticos, la academia y los colombianos que se interesan por los problemas nacionales y sus soluciones deben conformar grupos de trabajo para ir pensando en el Estado posible o el Estado que queremos para el posconflicto. Con la reforma del Estado va en camino la discusión sobre la duración del mandato presidencial, el de los gobernadores y alcaldes; es el comienzo de una gran reforma del Estado que abarca diversos aspectos y que será definitiva para que la paz se convierta en una realidad.