Bogotá es una de las megalópolis más extensas, pobladas y con problemas sociales de Hispanoamérica, afectada por la inseguridad, la constante llegada de desplazados y gentes golpeadas por la violencia rural. Los esfuerzos que han hecho diversas administraciones para mejorar la administración y legalizar una ciudad en la cual las invasiones y la improvisación rigieron el epileptoide crecimiento urbano han sido insuficientes para conseguir que impere la planificación. La función de los curadores urbanos no siempre ha conseguido los resultados que se esperaban y en algunos casos por su gestión el desorden tiende a aumentar, cuando no atienden la normatividad y se dejan manipular por los constructores y especuladores, como ha ocurrido en casos puntuales conocidos. Y planificar, reorientar y atender con visión las necesidades de la ciudad es fundamental. No es fácil y se requieren para ello grandes ejecutores. Se están acabando los terrenos en la capital, pero existen zonas en donde las viejas construcciones convertidas en tugurios infectos y devaluadas se derrumban a pedazos, donde se puede redimensionar el hábitat para aliviar la demanda de viviendas. Repensar esos cambios requiere de planificación, de expertos que contribuyan a que se edifique de manera armónica y funcional. Lo mismo se debe hacer al atender el desarrollo industrial en su conjunto. Las zonas industriales se improvisaron, es preciso replantear el asunto y crear espacios especiales en los cuales se agrupen por sectores las empresas. Lo mismo que se debe tener claridad y criterio para impulsar con el TLC la construcción de bodegas en la ciudad. Asuntos decisivos para el futuro que no se concretan.
Bogotá ha optado por tomar medidas diversas en cuanto a la movilidad de los vehículos, como reducir el número de los que transitan a determinada hora, que antes era para públicos y privados, ahora se aplica para los privados en grandes sectores de la urbe. Al mismo tiempo siguen llegando carros importados de distinto precio y marcas, que los entregan sin cuota inicial y aumenta su número anualmente. Al tiempo que se promocionan y venden motos que se compran por lo que la persona gasta en su transporte anual en autobús. Los motorizados inundan las calles y hacen la experiencia de conducir un vehículo de los más riesgosos, puesto que suelen abusar de la velocidad con peligro de sus vidas, pocos manejan con prudencia y no cumplen las normas de transito. El Transmilenio regularizó parte del transporte, se tomó las principales vías y desplazó millones de vehículos a otras calles y avenidas, las que han sufrido un deterioro enorme. El problema con las losas de cemento sigue, miles y miles de millones se han perdido por ese rubro. En Lima ensayaron un sistema similar y cuando se dieron cuenta de que era inevitable su colapso, resolvieron acudir a otras soluciones. Es una verdad sabida que cualquier día, como en una ecuación matemática, a mayor número de autobuses por las mismas vías de Transmilenio, y mayor cantidad de vehículos particulares en las intersecciones de las vías, llegará un momento en el que se inmovilizarán mutuamente. Por lo que otras metrópolis con problemas semejantes han buscado soluciones alternativas en el Metro y sistemas elevados, puentes y vías alternas rápidas que pagan peaje. Tenemos las vías del tren subutilizadas, lo que es un monumento a la desidia, bien podrían adecuarlas y comenzar por transportar miles y miles de personas a diario, lo que aliviaría la sobrecarga del transporte público y mejoraría la calidad de vida de los bogotanos. La crisis de movilidad es una de las peores lacras que atentan contra el desarrollo, la economía y la calidad de vida citadina.
Es de lamentar que la ruta del Trasmilenio hasta Eldorado se encuentre parada a poca distancia del nuevo aeropuerto, cuando el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, señaló en el momento que se inauguró la sede internacional, que dispondría lo necesario para completar la vía. Tema en el cual el Gobierno nacional y los ciudadanos estamos vivamente interesados. En una misiva dirigida a la Secretaría de Movilidad, el IDU y TransMilenio (TM , la ministra de Transporte, Cecilia Álvarez-Correa, manifiesta su inquietud por el estancamiento del proyecto. Por las dilaciones, vacilaciones y cambios de parecer, las demoras y la indefinición que han degenerado en la pérdida de “la Alcaldía de Bogotá de contar este año con unos 110.000 millones de pesos aproximadamente para llevar la troncal de TransMilenio (TM) de la calle 26 hasta el aeropuerto Eldorado” trayecto de 1.8 kilómetros. La ministra se mostró sorprendida por el aparente cambio de parecer del Alcalde en la necesidad de seguir el Transmilenio hasta Eldorado, puesto que, según agrega en la carta, estaría más interesado en “invertir dichos recursos en la troncal de la Caracas”.