El debate | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Septiembre de 2014

*Las curules como estrado judicial

*Ahora, a concentrarse en legislatura

 

Mientras el país asistía atónito al asesinato por parte de las Farc de siete policías y las heridas a otros cinco, constatándose la virtual alianza de esta organización con las bandas criminales, se dio el publicitado debate entre los senadores Iván Cepeda y el expresidente Álvaro Uribe Vélez.

En general, las acusaciones se refirieron a estar en uno u otro lado de ese espectro, es decir la tendencia hacia la guerrilla o el paramilitarismo, cuando la realidad monda y lironda es que precisamente ambos frentes de violencia parecen estar haciendo perversa causa común, tal como lo ha dicho el Ministro de Defensa sobre el hecho arriba reseñado.

Hoy los retos colombianos son bastante diferentes a los de hace una década o más, cuando precisamente existen derivaciones igualmente  graves, como la minería criminal cuya monetización es más fácil que la del mismo narcotráfico, los réditos pueden ser superiores y las consecuencias hacia el futuro devastadoras.  

En general el debate se desarrolló en torno a quienes han sido víctimas del espiral de violencia y desestabilización de los últimos tiempos. Y desde luego deja descubrir la cantidad de tensiones y odios al interior del propio hemiciclo, mientras que en La Habana se vienen tramitando reuniones de victimarios y víctimas de modo diferente.

Como el tema pasó a las acusaciones, incluso muchas de ellas ya en los estrados correspondientes, no pareció un debate político sino el careo común a cualquier juzgado. Y es precisamente la criminalización de la política lo que, muchas veces, impide la orientación del país a escenarios diferentes en los que las nuevas generaciones puedan crear y abrir otros horizontes a la Colombia en su momento traumatizada por la guerra y sus diferentes variables.

Del Congreso se espera, desde luego, que participe activamente en el tema de la paz. Y que los debates que allí se hagan tengan precisamente ese norte decisivo en el futuro del país. Y se espera también que se salga de la campaña parlamentaria y presidencial hace tiempo terminada. Porque el debate, si bien con algunas voces de peso, no se orientó en ese sentido sino en el de crear mayores motivos de fricción y dedicarse a no cerrar las heridas sino a abrirlas aun más. De este modo, si este es el prólogo del referendo por la paz, el día que el asunto se lleve al constituyente primario el país estará más dividido y polarizado que nunca. Con ello los resultados no sólo serán inciertos, sino que se colaborará en la generación de un clima completamente contrario a las pretensiones de reconciliación. De hecho, cualquier resultado que no sea un margen relativamente holgado en favor de la paz, no sería bueno.

En tanto, la legislatura tiene por delante temas urgentes que resolver más allá de hundir al Congreso en el divisionismo más recalcitrante de que se tenga noticia en lustros recientes y que más bien recuerda épocas que llevaron a los enfrentamientos partidistas hasta la denominada guerra civil no declarada, previa al Frente Nacional. Por ejemplo, la reforma política deberá ser lo suficientemente debatida para no convertir la institucionalidad en un baúl de anzuelos sin salida.

Pero no solamente eso, hay otro temas de primer orden que requieren ser abocados por el Parlamento.  Entre ellos, ciertamente, la reforma tributaria cuyo espectro es de interés general de los colombianos. Igualmente están las cifras de pobreza absoluta que ameritan debates al detalle y, de otro lado, se encuentran proyectos pendientes como el de las horas extras y los recargos nocturnos.

En particular en los últimos días se han conocido temas de medio ambiente de suma importancia que necesitan de la atención del Congreso. No sólo el fracking, cuya polémica es causa de control político en todos los parlamentos del mundo, sino igualmente la modificación en los trámites de las licencias ambientales. Revisar con cuidado, para no incurrir en desregularizaciones, pero avanzar en las necesidades de desarrollo, es un equilibrio que requiere la participación activa del Senado y la Cámara de Representantes. La socialización de los nuevos decretos debe también tener al Legislativo como articulador principal.

El Congreso duró más de un mes en el trámite de un debate que de alguna manera terminó, como dijimos, en un pleito de baranda. Corresponde ahora a la misma institución, dedicarse, aquí y ahora, a temas apremiantes del país, más allá del personalismo que se alcanzó a vislumbrar y del cual la discusión del miércoles fue otro round conocido y televisado. Surtido el tema, corresponde pues apretar el acelerador a la legislatura.