*La Iglesia Católica se fortalece
*Benedicto XVI allana sucesión
La súbita decisión del papa Benedicto XVI de resignar su condición de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica ha despertado la curiosidad mundial por tratar de anticiparse a la providencia de los cardenales que van a escoger su sucesor. Se han tejido toda clase de consejas y supuestos alucinantes sobre las corrientes o tendencias de pensamiento dentro de la antiquísima institución religiosa. Los que más se arriesgan a lanzar sus opiniones por los medios de comunicación son, precisamente, los elementos descreídos y los viejos enemigos de la Iglesia. Son los mismos que la calumnian, que desean verla destruida y que niegan sus valores, así como los invaluables servicios que presta a la humanidad y los creyentes.
Cuando algún sacerdote o varios de ellos cometen faltas y se ven envueltos en líos, aprovechan para acusar a todos los ministros de Cristo de ser unos farsantes y pecadores. No les importa el buen comportamiento, ni el sacrificio, ni la devoción de los demás, que están allí por vocación religiosa. Lo que les interesa es desacreditar a la Iglesia a todo trance y con cualquier pretexto. A cada investigación científica, cada adelanto en ese campo o cada nuevo descubrimiento, casi de inmediato se insiste en señalar que con el mismo se prueba la inexistencia de Dios. Por lo general se trata de seres soberbios y propensos la concupiscencia, cuyos defectos pretender ver aun en los hombres más austeros e intrínsecamente buenos. Esas mismas personas que pretenden enlodar la memoria de personas que se distinguen por su bondad y la ayuda que prestan a los semejantes, se ensañan con el clero al comprender que sus calumnias no consiguen rebajar el respeto y la estima que conservan las comunidades de hombres buenos y sencillos de todas las regiones del planeta que conviven con ellos y comparten sus necesidades y preocupaciones, al tiempo que intentan ayudar espiritualmente a las comunidades.
En este sentido es de observar como los viejos enemigos de la Iglesia y los nuevos se quiebran los dientes cuando intentan lanzar su artillería de dicterios y ponzoña de calumnias contra el papa Benedicto XVI. Pocas veces se ha concentrado en un sacerdote tanta dignidad, celo en su misión y deber cumplido. Pocos han reflexionado con tan honda profundidad y sutil sabiduría. Con la autoridad que confiere la fidelidad inquebrantable a los principios y dogmas de la religión, se movió en un mundo hostil y materialista, en el cual se da una feroz competencia darwiniana por pisar a los más débiles y abusar de las necesidades del prójimo. Se dedicó a promover la virtud y el amor con la finalidad de restablecer el respeto y el trato limpio entre los seres humanos, convertidos en bestias de carga y consumo por los fariseos de algunas escuelas económico-políticas. (En la tercera acepción del término).
Para el cónclave será una tarea de suma meditación y responsabilidad escoger al sucesor de Benedicto XVI, por su virtud, notables merecimientos, consagración y aporte intelectual a la humanidad. Grande entre los grandes por el desprendimiento y esa voluntad superior de despojarse voluntariamente de los atributos del poder espiritual y material para retirarse a orar y reflexionar. Aun así, sorprende el número de prelados de distintas regiones que reúnen las excelsas condiciones morales e intelectuales para ser ungidos como papas. Lo que indica que la crisis de la religión católica es relativa en tanto las vocaciones sacerdotales y la fe se mantengan. No se puede olvidar que el cristianismo brota con el hijo de Dios y se desarrolla con 12 apóstoles que con sus seguidores conmueven al mundo y expanden su creo por todos los rincones del orbe, en un tiempo en el cual las comunicaciones era lentas, arriesgadas y plagadas de peligros.
El rito para el cónclave es meticuloso y dispendioso. La Santa Sede informa que el martes por la mañana se celebrará en la basílica de San Pedro la misa 'Pro eligiendo Pontífice' y por la tarde, los 113 cardenales se encerrarán en la Capilla Sixtina para celebrar la primera votación. Los clérigos mejor informados sostienen que no sería sorpresivo que se actuara con la misma premura y acuerdo que se observó en la elección de Joseph Ratzinger, que asumió como Benedicto XVI. Por lo general, la convocatoria al cónclave es más demorada pero debido a un 'motu propio' publicado por Benedicto XVI días antes de su dimisión, el colegio de cardenales tenía la potestad de adelantar la fecha del cónclave, que fue lo que ocurrió. Lo que indica que el papa Benedicto XVI dejó expedito el camino para un sucesor capaz de continuar con éxito su misión.