El panorama económico para final de año parece pintar positivo. De un lado, la cotización del barril de petróleo en nivel externo está de nuevo por debajo de los 100 dólares, lo que necesariamente se reflejará en que el precio interno de los combustibles pueda mantenerse estable o bajar al cierre del año. Ello es aún más importante mientras se aclara toda la polémica que hay alrededor de los alcances de la sentencia de la Corte Constitucional en torno de que debe cambiarse la fórmula de fijación de precios, dejando parte de esa responsabilidad en el Congreso.
De otro lado, la inflación se encuentra en cintura y todo hace indicar que no habrá situaciones ordinarias que presionen un aumento en el Índice de Precios al Consumidor, a tal punto que los analistas ya hablan de un cierre a diciembre que estaría alrededor del 2,5 por ciento, lo que no sólo se ubica más hacia el piso de la meta fijada por el Emisor, sino que evidencia que la economía ya no es tan vulnerable a picos críticos como lo fueron los paros agrarios de agosto.
Por otra parte, el viernes pasado el Banco de la República envió una señal de estabilidad al mercado al decidir que las tasas de interés de referencia e intervención se mantienen estables en 3,25 por ciento. La sustentación de la medida es que la actividad económica se está expandiendo a un ritmo mayor que en la primera mitad del año, impulsando la inversión, mientras que el consumo se mantiene estable.
De nuevo los datos sobre crecimiento de la construcción, agricultura, minería y comercio permiten avizorar que el último trimestre tendrá un comportamiento bastante potable, aupado todo ello en los aumentos propios de la antesala de las festividades decembrinas y de cambio de año.
Otros indicadores clave como el desempleo siguen por debajo de un dígito, en tanto que se espera un nuevo impulso a las obras civiles públicas, por cuenta del nuevo plan de infraestructura que toma ritmo poco a poco.
En lo relativo al dólar es claro que asoman las preocupaciones por cuanto el cambio se ubica muy cerca de volver a alcanzar el nivel de los $ 1.900, aunque es notoria la preocupación de los exportadores por las descolgadas puntuales en la cotización de la divisa en las últimas semanas.
Obviamente la mayor preocupación continúa girando alrededor de la industria manufacturera, pues los indicadores siguen en rojo y el pesimismo entre el empresariado no cede como debería. Indicadores muy dicientes, como el de capacidad instalada que está siendo utilizada en las industrias, evidencian que no será rápido ni a corto plazo el poder registrar un repunte sólido y progresivo de este sector de la economía real.
Obviamente, los diagnósticos de los analistas continúan siendo contradictorios, a tal punto que con los mismos indicadores se derivan conclusiones distintas y encontradas. Por ahora, lo importante es que el cierre económico de 2013 aparece más positivo que lo que se pensaba a mitad de año. Habrá que esperar a ver cuáles de esas perspectivas se terminan confirmando en el día a día.