- Ni colusión ni obstrucción en trama rusa
- La inútil y terca insistencia Demócrata
“No hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. Así reza uno de los refranes populares más conocidos en Colombia que bien puede aplicarse a lo que está pasando en la política estadounidense, en donde no importa cuántas veces se concluya que no hay pruebas fehacientes e incontrovertibles de una colusión entre la campaña presidencial de Donald Trump en 2016 y la injerencia de Rusia en esa contienda, como tampoco de una obstrucción real y verificable de la Casa Blanca a la investigación judicial al respecto, la oposición, en cabeza del Partido Demócrata, continúa insistiendo en lo contrario, evidenciándose cada vez más que se trata de una maniobra política para tratar de atajar a un mandatario que se perfila como fuerte candidato a la reelección en menos de 18 meses.
Una prueba de esa insistencia, tan infértil como contraevidente para procesar a Trump, se dio ayer luego de las declaraciones del fiscal especial Robert Mueller, quien en su propia voz volvió a reiterar las conclusiones de su informe de 450 páginas, conocido semanas atrás, según el cual tras dos años de pesquisas había quedado claro que sí hubo intromisión rusa en la contienda por la Casa Blanca en 2016 pero no se pudo constatar que esa injerencia tuviera de cómplices a Trump o su campaña. También reiteró ayer Mueller, quien había guardado silencio a lo largo de todo el proceso, que tampoco hay pruebas concluyentes e inapelables que lleven a establecer que el gobierno del presidente Republicano obstruyó su investigación o realizó alguna maniobra deliberada de ocultamiento o encubrimiento de material probatorio.
Pese a que los líderes Demócratas aspiraban a lo contrario -en una muestra más de su desespero por colgarse del más pequeño inciso o palabra acusadora ambigua-, era claro que Mueller no podía apartarse ayer del informe de conclusión proyectado por él mismo semanas atrás y que llevó al fiscal general William Barr a convalidarlo y determinar la inocencia presidencial en la llamada “trama rusa”.
Aun así, luego de las declaraciones públicas ayer del fiscal especial -que oficializó su renuncia al cargo-, los críticos de la Casa Blanca volvieron a cargar contra Trump e insistir en que procede un juicio político por este caso, una causa que llevan varios meses tratando de aterrizar en el Congreso, en donde dominan la Cámara pero no así el Senado. Para no pocos analistas, el que los Demócratas se la estén jugando ahora por el "impeachment" lo único que evidencia es que fracasaron en su intento de hacerlo procesar judicialmente.
"Nada cambia en relación al informe Mueller. No hubo pruebas suficientes y en ese caso, en nuestro país, una persona es inocente", reiteró ayer el titular de la Casa Blanca, volviendo a repetir lo que dijo semanas atrás, cuando se conoció el informe del fiscal especial y la posterior determinación del Fiscal General: "¡El caso está cerrado!, gracias".
Por ahora es claro que los Demócratas deben analizar si les conviene seguir con este frente de ataque al mandatario Republicano. En sus propias filas, e incluso en varios de su más de una decena de precandidatos presidenciales, ya hay dudas en torno a la rentabilidad de dicha estrategia política, ya que lejos de debilitar a Trump y sus posibilidades de reelección, está teniendo un efecto contrario. Prueba de ello es que la popularidad del Jefe de Estado se encuentra en porcentajes similares a los que en otras épocas permitieron al mandatario de turno viabilizar un segundo periodo. A ello hay que sumar que la economía está creciendo a un ritmo sorprendente para tirios y troyanos, en tanto que la estrategia geopolítica, más allá de las singularidades de la persona de Trump, ha reposicionado la influencia y el poder estadounidense frente a distintos flancos desafiantes en varios lugares del globo.
A año y medio de las urnas es claro que la Casa Blanca sigue ganándole la partida a la oposición, que pese a recuperar terreno en las legislativas no varió la estrategia contra el Presidente por más evidente que fuera la inutilidad de la misma en el campo judicial, político y electoral. En los tres ámbitos, pese a que el enfrentamiento le ha generado al Ejecutivo costosos problemas en la gestión de determinados programas y decisiones, el Jefe de Estado ha salido airoso e incluso aprendió a sacarle rentabilidad a los continuos rifirrafes y derrotas de sus críticos. Como se dijo al comienzo: “No hay peor ciego que aquel que no quiere ver”.