*Un pueblo satisfecho
*Ganó el conformismo populista
El presidente Evo Morales se ha convertido en el principal cacique de Bolivia, en una tierra en la cual desde siglos antes de la llegada de los exploradores españoles, sus dirigentes practicaban el gobierno autoritario en las tres regiones en las que se dividía el territorio: la Amazónica, el Chaco y los Andes. Por siglos el Rey de España encarna esos principios ancestrales de obediencia a los dirigentes que en el pasado indígena ejercieron un poder autoritario y casi sin límites. El sentido de sacrificio por el máximo jerarca indígena se trasladó al Rey, al que varias etnias apoyan durante de la guerra de independencia, que Bolívar y Sucre libran en esas lejanas tierras, seguidos a regañadientes por la clase dirigente de origen español y con desconfianza, en algunos casos con hostilidad por los nativos. Eso de la democracia y la República perfecta, no le sonaba a los lugareños, que en la Batalla de Ayacucho pelean en el regimiento de los incas que había entrenado el general español Valdez. Bolívar y Sucre, por decisión del segundo que permitió la autodeterminación de esa rica región, propiciaron la creación de la República. No es de sorprender que la verdadera democracia sea una planta exótica en ese país de ancestros y tradiciones milenarias. Lo que también pareciera que se le olvida al Che Guevara, cuando se le ocurre trasladar la revolución cubana a los Andes, sin que sus discursos y contactos con los indígenas le ganaran la menor simpatía, hasta encontrar la muerte en la empresa.
En el siglo XIX Bolivia bate el récord de golpes de Estado en la región, así como Colombia, por la vía legalista llega a tener más de cien constituciones. La anarquía es una constante y la rivalidad entre las viejas tribus y castas, como entre las ideologías importadas de Europa y la imitación de modelos políticos extranjeros trastornan el orden y la posibilidad de establecer una organización estatal duradera. Antenor Patiño, el zar del estaño, se convierte en virtual dueño del país, acumulando una de las fortunas más jugosas del siglo XX, él ponía y quitaba presidentes. Los acontecimientos europeos eran seguidos por la elite política que formaba partidos a la europea, en los cuales militaban elementos de las ciudades, sin conseguir atraer a la masa indígena, dada a organizarse según sus etnias y sindicatos mineros. Los militares, que habían sido instrumento fiel de Patiño, al aminorarse su influjo desde Europa donde residía, optaron por diversos golpes de Estado de distinto signo, derecha, izquierda, conservador, nacionalista, neofascista y hasta los dirigidos por las mafias, con agentes nazis a bordo. Algunos políticos caudillistas consiguieron sobresalir, sin que casi ninguno pudiera vencer del todo la inestabilidad política.
Quizá el de mayores logros en el campo de seducir a las multitudes ha sido Evo Morales, que por voluntad propia se ha convertido en una suerte de cacique populista autoritario de corte chavista. El fenómeno suyo en lo electoral es que no necesita imitar a nadie para ganarse a las masas indígenas mayoritarias, él las encarna. No requiere de grandes obras, ni de elocuentes discursos, ni de repartir la riqueza. La bastó tomar unas pocas medidas nacionalistas con respecto al petróleo y el gas, para mostrarse como un héroe popular. Por esa vía triplica y cuadruplica los dineros de la venta del crudo y los minerales, que financian el populismo a manos llenas. Fuera de logros reales en materia de empleo que han aumentado su popularidad. Evo reivindica lo que denomina la raza vencida y consigue un espacio verbal en el mundo para ellos, se convierte en su agente que pregona el indigenismo populista. En un país de ocho millones de habitantes Evo es el héroe de las masas.
No hubo política, ni sorpresa con su triunfo electoral del domingo. Desde 2006 Evo gana las elecciones, cada vez con un margen mayor. Todas las encuestas lo daban como ganador, menos en Santa Cruz, el bastión de los bolivianos de tendencia de derecha que trabajan y se esfuerzan por desarrollar el país en un medio que se torna cada vez más hostil. En una atmósfera general de involución el pueblo quiere seguir con sus costumbres ancestrales. Son dos Bolivias, la de Santa Cruz y la otra de Evo, las que con gran dificultad y hostilidad se toleran. Y coexisten en parte por cuanto Evo es pragmático y entiende que necesita de los productores y comerciantes de Santa Cruz, que dan trabajo digno a millares de seres.
El discurso de Evo Morales es simple. Hemos aprendido a gobernar, déjenme seguir en el poder para beneficiar más al pueblo. Y eso les basta a las masas por siglos irredentas que lo siguen, que han oído su mensaje y le han dado un triunfo arrollador al gobernante. Sencillamente quieren que siga al mando, como en los tiempos de sus milenarios monarcas ancestrales y caciques.