En medio de la agitada agenda noticiosa de los últimos días, poco eco tuvo entre la opinión pública la celebración, el pasado domingo, del Día de los Humedales. Se perdió así una oportunidad valiosa para que los colombianos pudieran dimensionar en su justa y estratégica proporción la necesidad de proteger estos núcleos medioambientales considerados fundamentales para la supervivencia del entorno natural.
Es claro que gran parte de los habitantes del país no sabe, por ejemplo, que a lo largo y ancho del territorio hay doce millones de hectáreas aproximadamente de humedales. Ello implica que, por lo menos, en el 82 por ciento de los municipios hay este tipo de ecosistemas, de acuerdo, según el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, con los resultados preliminares de la cartografía que está elaborando el Instituto Humboldt, en el marco del convenio firmado con el Fondo de Adaptación para la recolección de insumos para la delimitación de los ecosistemas estratégicos de páramos y humedales. Y como si la extensión de éstos en Colombia fuera poca, se calcula que de esos 12 millones de hectáreas, 458.525 corresponden a los seis únicos humedales incluidos en la lista de la Convención Ramsar, entre ellos los de la Laguna del Otún (Risaralda), el sistema lacustre de Chingaza (Cundinamarca), el sistema delta estuarino del río Magdalena y el delta del río Baudó (Chocó), estos dos últimos son considerados los más importantes en diversidad marina.
El cuidado y preservación de los humedales es absolutamente clave, pues son considerados, junto a los páramos, no sólo como ecosistemas de alta complejidad y biodiversidad, sino como verdaderas fábricas de agua. Su afectación por actividades agrícolas, industriales, urbanísticas y de infraestructura impacta de forma grave la capacidad natural para la regulación, disponibilidad y calidad del agua. Este es un riesgo que, lamentablemente, suele subestimarse por el grueso de la población, más en un país como Colombia que es, de lejos, una de las mayores potencias hídricas del planeta. Sin embargo, es urgente concienciar a la ciudadanía en torno de que la preservación del vital líquido es prioritaria, pues, por ejemplo, el informe 2010 sobre Riesgos Globales ubica la escasez de agua en segundo lugar del ranking, después de una crisis sistémica de los mercados financieros y por delante de la crisis alimenticia, la volatilidad energética y los precios agrícolas.
De allí que no fue en nada gratuito que este año el tema central de la jornada se refiriera a "Humedales y agricultura: juntos en pro del crecimiento". Es apenas claro que por más urgencia que tiene el mundo de asegurar horizontes potables de alimentación a corto, mediano y largo plazos, esa meta, en modo alguno, puede llevarse por delante la preservación ambiental, sobre todo de los ecosistemas más ricos y delicados.