*Hacia el fin del “estado de guerra”
*El camino a la localización y la verificación
EL nombre dado por el presidente de la República, Juan Manuel Santos, al armisticio que dio orden de entrar a negociar con las Farc es el de cese de fuego y hostilidades bilateral y definitivo. Esto significa, desde el punto de vista técnico y acorde con los cánones formales, que se entra en la fase de acabar con el llamado “estado de guerra”. No es simplemente un acto parcial o temporal, sino que se enmarca dentro del fin del conflicto, sustento de la agenda.
A no dudarlo, es una noticia de primera categoría más allá de las innumerables hipótesis y las previstas reacciones negativas de la oposición. Y también es, desde luego, el desarrollo lógico del mandato por la paz adquirido por el presidente Santos, cuando ganó la reelección. El propósito principal y final del proceso es la dejación de las armas por parte de las guerrillas, que es el anhelo principalísimo de todos los colombianos, cuando en efecto se tendrá el cuadro completo. Por lo pronto, se trabaja en la dirección correcta en ese propósito, al ritmo que exigen las circunstancias, madurado el proceso en otros aspectos y amojonada paulatinamente la irreversibilidad.
Está claro, por supuesto, que el fin del conflicto armado requiere de etapas. Ello no se logra por arte de birlibirloque, muchos menos en una confrontación que supera el medio siglo. En ese sentido las Farc declararon la proscripción del secuestro, se dio pronto trámite humanitario al intempestivo caso del general Rubén Darío Alzate, les tocó abrir el espacio para la interlocución con las víctimas, han pedido perdón por algunas de sus acciones, y de las tradicionales “treguas” navideñas pasaron, en la actualidad, a un cese unilateral de fuego. Todo ello, en medio del escepticismo de la opinión pública, vista la bajísima credibilidad de esa fuerza irregular en los sondeos. El Gobierno, sin embargo, ha reconocido, en cabeza del propio primer mandatario, que la tregua unilateral ha tenido efectos positivos.
Viene ahora la cautela y la serenidad para afrontar un tema de la trascendencia del cese de fuego bilateral y definitivo. Las dificultades nacen, en primer lugar, del divisionismo y la polarización política de quienes buscan pescar en río revuelto para minar la salida política negociada. Por eso está bien que el Presidente se dirija directamente al pueblo colombiano para pedir la unidad nacional desde las propias bases. Es allí donde reposan los insumos de la refrendación, de modo que deberá ser constante la invocación popular a medida que va avanzando el proceso. En ello, por lo demás, se requiere una mayor cantidad de pedagogía gubernamental pues los términos y las circunstancias no son de fácil o inmediata asimilación. Por lo que vale la pena ser reiterativos y desplegar todas las fuerzas políticas en esa dirección.
De otro lado, está la articulación del propio armisticio, para lo que ya está nombrada una Comisión idónea, con delegados del más alto nivel militar por parte del Gobierno. Un cese bilateral encarna, ante todo, la inmovilidad de la guerrilla en lugares donde se concentren sus tropas y en los que se pueda verificar cualquier insuceso en la suspensión de las hostilidades. De modo que de la tregua unilateral decretada por las Farc deberá pasarse a la localización de sus contingentes en sitios prestablecidos. Desde el punto de vista teórico no hay nada nuevo en ello, trasegado el mismo asunto en las conversaciones de Caracas, Tlaxcala y el Caguán. Llevarlo a la práctica, en medio de un proceso de otra índole y a otro precio, será cosa diferente, donde el papel de la Fuerza Pública es definitivo. Seguramente los lugares de concentración y su número suscitarán controversias. Aun así no es posible un cese de fuego y de las hostilidades, bilateral, con viabilidad y sin ventajas militares para la subversión, si no es con la localización e inmovilidad guerrillera con miras a la dejación de las armas y el finiquito del conflicto armado.
Por el momento, sólo se ha dado el anuncio del comienzo de negociación del armisticio, sobre la base adicional de que las Farc mantienen la tregua unilateral en vigencia. Sin duda, un paso adecuado en la terminación del “estado de guerra”, que los colombianos deben tomar como un resultado natural de un proceso de paz verdadero.