El ajuste desajusta a Ecuador | El Nuevo Siglo
Sábado, 12 de Octubre de 2019
  • La imparable marcha indígena
  • Gobierno acusa al castrochavismo

 

Los conocedores de la historia socioeconómica de nuestra región no se sorprenden por las noticias de protestas y desmanes, marchas y contramarchas de las multitudes indígenas que durante esta semana se han registrado en distintas zonas de Ecuador, exigiendo la salida del gobernante Lenin Moreno y acusando al FMI de querer ahorcarlos con sus planes de ajuste fiscal.

En un país en el cual está vivo el recuerdo de la muerte a golpes, en las calles de Quito, en el siglo XIX del famoso mandatario y demagogo Eloy Alfaro, la defenestración en las últimas décadas de varios gobernantes y ministros, tras las masivas protestas de las comunidades ancestrales, hace parte ya de la decoración histórica local.

Lo que llama la atención es que pese a la gigantesca movilización indígena, las pedreas y asaltos a edificios públicos en la capital, de los que también participaron estudiantes y revoltosos citadinos, la crisis -por lo menos hasta el momento- no ha pasado a mayores. Es más, la cúpula de la poderosa organización nacional indígena parece haber recobrado el control de la movilización, luego de que a mitad de semana iba rumbo a salirse de sus manos. Moreno también parece más firme, tras el impacto de la decisión del martes pasado, cuando ante el temor de una sangrienta asonada en Quito por parte de los miles de indígenas que arribaron, salió del Palacio de Carondelet y trasladó la sede del gobierno a Guayaquil, respaldado por la institucionalidad y la Fuerza Pública.

El movimiento indígena estaba como adormecido en los últimos años y casi de improviso, tras la orden de Moreno de desmontar los subsidios al combustible y en medio de la crisis económica que zarandea al Ecuador, volvió a demostrar su unidad y capacidad de convocatoria y movilización en todo el país. La toma de Quito fue por todos los costados. Una beligerante marea humana se llevó por delante las barreras policiales y se adueñó de las calles, mientras la Policía intentó contenerlos con gases, cuyo humo se confundió rápidamente con el de las hogueras que armaron los protestantes con llantas y basura. Muchos quiteños permanecen encerrados en sus casas, en tanto algunos comerciantes se arman con garrotes y otros objetos para defender sus negocios, temerosos de que se produzcan más asaltos e incendios. Lo cierto es que el tumulto indígena arribó a la Asamblea, la rodeó y alcanzó a invadirla, insistiendo en su exigencia de la renuncia del gobierno. La Fuerza Pública tuvo que desalojarlos en medio de las refriegas. Se habla de varios muertos, decenas de heridos e incluso de que entre las víctimas estaría uno de los líderes de la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas.

Es claro que las protestas indígenas tienen eco en el resto de la población, ya que unos y otra no entienden cómo por cuenta de los acuerdos gubernamentales con el FMI para superar el agua crisis fiscal interna, se procedió al desmonte de subsidios y los combustibles pasaron de 1,85 dólares el galón de nafta a 2,39, y el diésel de 1,03 a 2,3 dólares. El golpe a la economía de las familias, ya sean indígenas, campesinas o de las pequeñas y grandes ciudades, sobre todo en las clases media y baja, es durísimo, ya que todo se encareció de un día a otro.

En Ecuador el manejo de la economía es más complejo por cuenta de la dolarización, lo que impide al gobierno maniobrar con la moneda local para paliar crisis fiscales. A ello se suma que siempre se está sujeto a los vaivenes positivos o negativos externos de la divisa estadounidense y del aún más ambivalente precio del petróleo.

A decir verdad el Gobierno sabía del riesgo que corría al adoptar los severos planes de ajuste sugeridos por el FMI. Incluso hay quienes se sorprenden de que no hubiese precavido algunas unas medidas paliativas para tratar de contener el seguro descontento indígena. Pero el Ejecutivo es claro: la crisis fiscal no da margen alguno para actuar con menos rigurosidad.

Ese es un flanco de la crisis. El otro es el típicamente político: Moreno acusa al expresidente Rafael Correa -refugiado en Bélgica y procesado judicialmente en su país- de estar tras las protestas, lo mismo que al dictador venezolano Nicolás Maduro de conspirar contra la institucionalidad ecuatoriana. Se afirma en las toldas gobiernistas que el castrochavismo estaría tras los disturbios e incluso se trae a colación que siete venezolanos fueron detenidos en el aeropuerto de Quito y estarían ligados a un proyecto para derrocar a Moreno. Correa no solo niega las acusaciones sino que aprovechó para pedir que se adelanten los comicios y anunció una eventual postulación vicepresidencial.

Como se ve, el panorama es bastante crítico. Las protestas indígenas se mantienen, en tanto el Ejecutivo se declara dispuesto al diálogo pero no a desmontar el apretón económico. Las cifras oficiales reportan casi un millar de detenidos y el polvorín amenaza extenderse a otras regiones… En últimas, en Ecuador se da la paradoja de un ajuste fiscal que desajustó al país.