El abatimiento el viernes pasado de alias 'Guacho' por parte de la fuerza pública en un operativo en Nariño deja tres lecciones claras al Estado. La primera, que el fenómeno de las disidencias de las Farc ya está convertido hoy en uno de los más grandes desafíos en materia de orden público para las autoridades colombianas. La facción rebelde que comandaba el cabecilla dado de baja era considerada de extrema peligrosidad porque estaba trabajando en asocio con carteles narcotraficantes de México, especialmente el de Sinaloa.
De allí que si bien fue un golpe contundente haber neutralizado a alias 'Guacho' es urgente redoblar los operativos contra el resto de la organización disidente, toda vez que si algo ha quedado demostrado en los últimos años en el combate a estos grupos residuales es que existe un rápido relevo de sus cabecillas una vez estos son abatidos o capturados.
En segundo lugar, queda claro que los planes de choque que se han aplicado en Nariño para tratar de recuperar el control del orden público están lejos de tener la eficiencia y contundencia con que han sido anunciados. La persecución al neutralizado jefe de la facción delincuencial duró varios meses e incluso en algún momento se creyó haberlo abatido pero luego se comprobó que había logrado escaparse del cerco de las autoridades. Esto solo fue posible debido a la complejidad de las redes criminales en Nariño en donde operan simultáneamente facciones del Eln, las disidencias, bandas criminales emergentes, carteles del narcotrafico locales y organizaciones trasnacionales como las mexicanas. Esto explica porque Nariño es el departamento con mayor densidad de narcocultivos y Tumaco es un municipio con mayor extensión en todo el país de sembraríos ilícitos.
Y, en tercer lugar, la caída de alias 'Guacho' sirve como mensaje ejemplificante para el resto de cabecillas de las disidencias, especialmente aquellos de mayor importancia como alias 'Gentil Duarte' o aquellos desmovilizados de los que hoy no se sabe a ciencia cierta si se mantienen sometidos al acuerdo de paz firmado con el gobierno santos o, por el contrario, ya reinicidieron en el crimen y perdieron todos los beneficios de la justicia transicional.
Cómo bien lo dijo el presidente Duque ya no habrá nuevas oportunidades de tratamiento benévolo en materia jurídica a los rezagos de las Farc que no se sometieron al proceso de paz, y serán perseguidos con toda la contundencia del Estado sin ningún tipo de posibilidad de una nueva salida negociada a su alzamiento en armas.
Así las cosas es evidente que el operativo del viernes pasado en Nariño se enmarca dentro de la estrategia para recuperar la seguridad y el control del orden público en las zonas más atribuladas del país. Lo importante es que este sea el primero de muchos golpes para neutralizar de una vez por todos el peligroso asomo del rebrote de la violenciaL en muchas regiones