En el Hay Festival de Cartagena se suelen dar cita los escritores más reconocidos, historiadores, músicos, directores de cine, artistas y elementos vinculados a los distintos campos de la cultura y el arte. Lo mismo que un público nacional e internacional que se mueve por las viejas calles empedradas de un lugar a otro para asistir a los diferentes eventos, donde pueden oír a sus autores preferidos y los más consagrados. La antigua ciudad amurallada los recibe con cálida hospitalidad. No es raro encontrarse a un escritor famoso, quizá un premio Nóbel, de pronto un Mario Vargas Llosa, muy querido en la ciudad, departiendo con personajes pintorescos que al tiempo que le ofrecen artesanía o sombreros le hacen referencias a su obra o comentarios interesantes sobre otros autores que conocen. Ese interactuar entre la población y los visitantes los hace sentir como si estuviesen en casa. Lo que sumado a la hermosa arquitectura hispánica, la bonhomía que los distingue y un ritmo de vida que parece estar bajo el hechizo de los astros, del flujo y reflujo del mar, determina que los hechos y noticias del día a día de la política o los escándalos y denuncias que sacuden la opinión, se reciban como al pasar por un tamiz que en cierta forma los decanta, les quita trascendentalismo y se presta para mostrar la chispa de humor de sus ingeniosos habitantes, en cuyos rostros asoma con frecuencia la sonrisa plácida, jocosa o irónica.
En el pasado Hay Festival estuvo presente como invitado especial Carlos Fuentes, con el cual El Nuevo Siglo tuvo la oportunidad de departir y oír en privado de viva voz, sus variadísimas opiniones sobre los hechos y los hombres, la política y las letras, su peculiar manera de ver la vida y su integración con lo europeo y lo mexicano. Allí estaba el famoso y laureado escritor, vestido de lino blanco, con mirada de águila, paso lento y firme, delgado y erecto, cordial y vigilante, elocuente sin afectación, con una notable información sobre la literatura europea, estadounidense e hispanoamericana. Con su proyecto de escribir un libro sobre la política colombiana cuyas fuentes documentales crecían a tal punto que se convertían en una telaraña que empañaba su horizonte, lo que, con esa meticulosidad que le era propia, lo obligaba a replantearse interrogantes y nuevas interpretaciones, que retardaban la ejecución del escrito. Sus interesantes opiniones sobre el presidente Juan Manuel Santos, cuando lo tuvo entre el selecto grupo de sus alumnos en Harvard. Por sus conocimientos de la política colombiana y trato ocasional en el pasado la relación se hizo más familiar; y contaba el maestro, como le decían sus contertulios con cierta zalamería, que al mirar a los ojos a Santos leyó en ellos una gran vocación de poder, lo que le hizo pensar que con el tiempo lo llevaría a un trascendente destino político. Quizá, en una década o un poco más podría llegar a la Presidencia, pero el político colombiano lo sorprendió elevándose antes al poder respaldado por 9 millones de votos.
Es del caso hacer el reconocimiento a Carlos Fuentes, que fue allí, en Cartagena, en una mesa redonda en las que participó conjuntamente con el presidente Santos, el director de El País, Javier Moreno, y otros invitados, en el antiguo Teatro Heredia, donde sacudió a la opinión con su inesperada propuesta política. Fuentes, en esa ocasión memorable, planteó que se modificara la política punitiva antidrogas que tanta sangre la había costado a México y Colombia. Contó que había estudiado el tema de las drogas integrada con personajes como los expresidentes Zedillo, Cardoso y Gaviria, con los que tenía en común el apoyo a buscar solución del problema de las drogas mediante la despenalización en forma gradual. En el entendido que era un cáncer global. Y para llegar a un acuerdo se debía suscitar un entendimiento entre Estados. Consideraba que se podrán dar pasos experimentales de un país a otro, con la finalidad de que los logros se imitaran en otras partes y los fracasos se evitaran, mientras se alcanzaba el consenso internacional. Por entonces, el presidente Santos se mantuvo cauto y precisó que Colombia entraría en esa onda de última, dando a entender con cierto pragmatismo: cuando se viera la luz en el túnel. Y el gobernante debió ver algunas chispas positivas, puesto que al poco tiempo cambió de parecer y avanzó en la propuesta política que hizo Fuentes en el Hay Festival. La misma que años antes hizo Álvaro Gómez, quien era partidario de la despenalización para combatir ese flagelo. Propuesta que estuvo dispuesto a llevarla a la ONU, como se lo manifestó al amigo común D'Artagnan, la cual no encontró eco en el Gobierno.