* La camorra entre Casado y Ayuso
* La sonrisa de la coalición populista
Lo que está ocurriendo con el Partido Popular (PP), en España, es ampliamente demostrativo de como las colectividades políticas implosionan cuando se rinden a las vanidades, los celos y las zancadillas internas. Podría darse el mismo ejemplo en no pocos casos colombianos, como se ha visto en múltiples ocasiones durante la actual campaña presidencial y parlamentaria, pero lo del PP en la Península ha llegado a trascender todo límite.
En efecto, se trata desde hace ya un tiempo de la pugna existente entre el director del partido, Pablo Casado, con la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, de la misma tendencia. Nadie dudaría, ciertamente, de que la última es una joven carismática que, a partir de la férrea defensa de las libertades democráticas dentro de un contexto ideológico genuinamente conservador, logró un triunfo descomunal para dirigir la comunidad madrileña.
Justamente, de un modo directo, Ayuso obtuvo fraguarse un nuevo estilo, fresco y altivo, que fue bien recibido en las urnas. Y que, asimismo, ha servido de acicate para que la doctrina partidista pueda ser defendida, en toda la línea, sin recurrir a expresiones de otros sectores que han venido emergiendo a la derecha radical, como el partido Vox. O todavía más, situarse eficiente y coherentemente frente al nuevo basilisco de izquierda que hoy ocupa la presidencia española, representado en el socialismo anárquico de Pedro Sánchez, la demagogia “progresista” de Podemos y el comunismo anacrónico de Enrique Santiago.
Por su parte, desde su irrupción como máximo jefe del Partido Popular, el también joven Casado no es para nada despreciable en su remoción de la vieja guardia, luego de los infamantes escándalos de corrupción que llevaron a pique al gobierno del PP, justo cuando España consolidaba la recuperación económica, y que por una suma de equívocos adicionales permitieron la llegada al poder de la coalición izquierdista. Efectivamente, para el caso, una alianza gubernamental que, fruto de su incongruencia, le tiende, por un lado, tapete rojo a políticos como Gustavo Petro, dándole carácter de jefe de Estado y rompiendo la neutralidad de las elecciones en Colombia, pero que al mismo tiempo y de otro lado se ofende con las actitudes y declaraciones contra España de personajes de igual espectro ideológico (y que el candidato colombiano tiene de paradigma), como el presidente de Méjico, Andrés Manuel López Obrador. Ese es el nivel de la inconsecuencia. Ya se sabrá cómo marcha entonces el gobierno.
En todo caso, mal que bien ha sido por cuenta de Casado que el Partido Popular, después de la debacle, ha logrado convertirse en alternativa efectiva de poder. De hecho, la mayoría de encuestas señalan un triunfo de esta agrupación para las próximas elecciones generales. Pero estas ya no son tan contundentes como antes y ello se debe, precisamente, a las camorras internas. Incluso, el reciente resultado de las elecciones autonómicas en Castilla-León, donde se tenía previsto un mejor desempeño del PP, son una voz de alerta.
Ahora resulta que la pugna entre Casado y Ayuso ha llegado, en esta semana, a que ésta sea acusada de corrupción por parte de alfiles de la dirección partidista asociados con el primero, que prometen abrirle causa judicial. Se trata de un contrato de urgencia de la comunidad madrileña por 250.000 mascarillas, firmado en 2020 en plena pandemia, a partir del cual el hermano de Ayuso derivó cuantiosas comisiones y sobre el que ella sostiene que no hubo gestión suya, ni admite tráfico de influencias, arguyendo que todo fue legal, está declarado y que ha sido víctima de espionaje. Sin embargo, el punto es que la directiva partidista había llamado hace meses a Ayuso a dar explicaciones sobre el tema, abriéndole investigación interna, aunque sin recurrir a la Fiscalía, pero solo hasta estos días se da a conocer públicamente el asunto. El caso, pues, no es de poca monta en ninguno de los flancos por donde se le mire.
Como en el trasfondo, además del contenido jurídico, hay un alto detonante político por las preminencias en Madrid y el futuro del PP, el problema ha estremecido a la política española. Y, o bien Casado demuestra ipso facto la ilegalidad de las comisiones y falta de probidad de Ayuso, consolidando su jefatura, o la otra sale avante y Casado tendría que retirarse para darle paso como líder del partido. No parecería, pues, haber ningún espacio para el avenimiento que algunos pretenden o el recambio inmediato que muchos quisieran, en plenas justas autonómicas.
Finalmente, en esa feria de vanidades, celos, zancadillas, manejos confusos y mareo por el poder, lo cierto es que el Partido Popular está en entredicho. En tanto, no es solo Vox el que se relame. También Pedro Sánchez, que tranquilo y sonriente ve cómo sus opositores se vuelven sus mejores jefes de debate y le abren el camino a su nueva elección sin mayores esfuerzos.