* Corte de cuentas al cuatrienio
* Un país en mejores condiciones
Terminan cuatro años del gobierno presidido por Iván Duque Márquez, el mandatario más joven en la historia reciente del país, quien accedió al poder a los 41 años. Su posesión, como es fácil recordarlo, se llevó cabo en una tarde borrascosa, signada por el viento y la lluvia que azotaba la nutrida concurrencia en la plaza de Bolívar. Aun así, nadie pensaba que la borrasca pudiera ser un augurio fatalista de lo que venía, esto es, que en el lapso de su administración el mundo fuera a cambiar tan drásticamente y que ello tuviera una incidencia dramática en Colombia.
En principio, Duque se posesionó con una popularidad mediana. Al comienzo, el énfasis gubernamental estuvo en la denominada economía naranja y la primera reforma tributaria, que irremediablemente impactó su favorabilidad por incluir el incremento del IVA, propuesta que después fue retirada para lograr la aprobación de los demás componentes. Pero más tarde, a raíz de soportarse inicialmente en una coalición parlamentaria precaria, perdió los debates de las objeciones presidenciales a algunos puntos del acuerdo de paz con las Farc, aunque a su vez logró articular y financiar el proceso de implementación que apenas había quedado en el papel.
Incluso, su ajustada alianza partidista terminó a la larga en una minoría evidente a consecuencia de la moción de censura y la renuncia de su primer ministro de Defensa. De suyo, Duque debió navegar durante su gobierno en medio de las aguas procelosas de los sectores más derechistas de su partido, que paulatinamente lo fueron desahuciando como un moderado, y una oposición izquierdista recalcitrante que no le dio tregua desde el mismo día en que se posesionó. A decir verdad, a Duque se le vio bastante solo al momento de gobernar y siempre muy escaso de alfiles que defendieran su gestión, inclusive dentro del gabinete.
De hecho, su ministro más combativo y experimentado falleció a causa del coronavirus. Al mismo tiempo, su mentor, el expresidente Álvaro Uribe, que primero lo había llevado al Senado y luego había dado su guiño para la presidencia, fue motivo de detención preventiva temporal por parte de la Corte Suprema de Justicia en un pleito penal sobre testigos falsos y fraude procesal que después pasó a la Fiscalía y sigue vigente a la expectativa de aceptarse o no la preclusión.
Por otra parte, su mandato estuvo incidido por el apogeo de los cultivos ilícitos de hoja de coca, con más o menos las mismas cifras descomunales de principio a fin. Asimismo, la situación de orden público tendió a complicarse, tanto por el asesinato persistente de líderes comunitarios, como por las acciones de las disidencias y reincidencias de las Farc, y los fallidos acercamientos con el Eln, cuya ruptura quedó sellada con la trágica bomba en la Escuela General Santander a comienzos de la administración.
Al final, tanto las reincidencias como las disidencias estaban claramente menguadas, a causa de la caída de sus jefes en Venezuela por pugnas internas, mientras que el Eln, incólume, pedía retornar a las negociaciones donde las había dejado el anterior gobierno de Juan Manuel Santos. Durante la trayectoria, y en medio de un sinnúmero de acciones terroristas durante su período, el helicóptero presidencial fue impactado, salvándose Duque de caer en el atentado. Combatió, igualmente, con eficacia a la criminalidad organizada en los clanes asociados con los carteles mexicanos.
Frente a Venezuela, Duque hizo lo posible por minar políticamente el régimen madurista, iniciando con un concierto en la frontera de respaldo a Juan Guaidó. Pero al término de su mandato, Maduro estaba por el contrario consolidado. Todavía así, Duque fue reconocido mundialmente por su política frente a los millones de inmigrantes venezolanos y lo que pudo ser una crisis insoluble encontró un marco adecuado en las resoluciones que tomó con un claro cariz humanitario.
Pero, desde luego, el punto focal de la administración Duque fue la noche oscura que le cayó al país (y al mundo) por cuenta de la pandemia del coronavirus. Con una Colombia evidentemente impreparada para una catástrofe de semejantes características se pudo conjurar la crisis del mejor modo posible, en medio de la barrena económica a raíz de las cuarentenas, con especial atención en los más vulnerables. Sin embargo, posteriormente se incitó al paro y, más allá de la protesta social, al vandalismo y el bloqueo de vías. Hubo de decretarse la asistencia militar a la Policía, sin recurrir al estado de conmoción interior, como muchos pedían. Más rápido de los presupuestado, se produjo la reactivación del empleo y la economía, gracias también a un exitoso plan de vacunación. Y pese a las secuelas adicionales de la guerra de Ucrania, Duque entrega un país en mejores condiciones de lo que muchos predijeron.