Hay circunstancias y diagnósticos que se traen a colación tantas veces que, sin revisiones periódicas, terminan convirtiéndose casi que en temas dogmáticos que muchos dan por cierto, sin exigir mayor comprobación fáctica.
Uno de esos asuntos es el relativo a los altos índices de desigualdad en Colombia, que ha dado para múltiples análisis sobre sus causas profundas y consecuencias transversales. De hecho, en las sucesivas elecciones el combate a este flagelo se ha erigido como una de las banderas más enarboladas por candidatos y partidos de distintas corrientes políticas, todos los cuales se cruzan señalamientos en torno a qué sector es el más responsable de que el ingreso y los recursos estén mal distribuidos y de que las necesidades básicas insatisfechas sean tan marcadas en la población más vulnerable.
Visto lo anterior, llama la atención las conclusiones de un estudio del equipo de investigación del centro de pensamiento económico de la Asociación Nacional de Investigaciones Financieras (ANIF), según el cual durante muchos años se ha descrito a Colombia como uno de los países más desiguales del mundo.
Los investigadores concluyeron que si bien es cierto que el país tiene grandes deudas en materia de desigualdad, “el panorama no es tan crudo como se cree”. De hecho, se recalca que en diferentes indicadores al país le va mejor que lo que se esperaría según su nivel de ingreso. Es más, en varias de esas mediciones tiene calificaciones por encima de las que exhiben naciones con un similar estándar de desarrollo socioeconómico.
Tras ese diagnóstico, el reporte de la ANIF señala que es muy importante para el país que en este intenso debate sobre la desigualdad se entre a especificar cada flanco y se revisen con lupa las cifras para tener una idea certera sobre el alcance de este fenómeno en el país.
Por ejemplo, para los investigadores es claro que al hablarse de desigualdad, generalmente, se acude a los indicadores de la distribución del ingreso y riqueza de los países. Sin embargo, advierten que esas no son las únicas formas de medir el nivel de desigualdad en un país, ya que existen otros factores que tienen efecto sobre el bienestar de la sociedad.
Es más, en un argumento que sin duda generará debate, se advierte que la herramienta principal en la discusión de la desigualdad es el Índice de Gini, pero este no está libre de críticas metodológicas y problemas en su interpretación.
Como se ve, esta discusión no se puede quedar aquí. Por el contrario, urge que academia, Gobierno, Congreso y centros de estudios económicos profundicen en un tema de tantas implicaciones.