* Efecto directo de la incertidumbre económica
* Se aleja meta de volver a tasa de un solo dígito
Una economía en descolgada, difícilmente crea empleos. Esa es la realidad que el informe revelado ayer por el DANE confirmó: en febrero la tasa de desocupación laboral en todo el país fue de 11,7%, superior al 11,4% del mismo mes del año pasado.
Ese aumento de la cantidad de colombianos sin trabajo no fue sorpresivo en modo alguno. No hay que olvidar que el Producto Interno Bruto (PIB) cerró en 2023 con un pobrísimo 0,6% y que el arranque del 2024 ha estado marcado por altibajos y contrastes. Si bien es cierto que la inflación continúa con una tendencia a la baja, el Banco de la República está disminuyendo gradualmente sus tasas de interés y el Índice de Seguimiento a la Economía (ISE) para enero creció 1,6% respecto a igual lapso un año atrás, las cifras de la industria, comercio y consumo de los hogares nada que despegan, en tanto que el pesimismo y la incertidumbre marcan el día a día del empresariado y el clima de negocios.
Aunque solo este fin de semana termina el primer trimestre, las previsiones de los analistas del sector público y privado no son las más optimistas. Si bien la mayoría considera que el indicador no terminará en números rojos, advierten eso sí que no hay que esperar un mayor repunte productivo. De hecho, recalcan que los pronósticos sobre el PIB para todo el año no van, en promedio, más allá del 1% o 1,3%, en el mejor de los casos.
Hemos insistido en que sin un plan de choque real y efectivo por parte del Gobierno para reactivar la alicaída economía será muy difícil revertir este preocupante panorama. Sí, las medidas contracíclicas del Banco de la República han resultado eficaces para contener la carestía de bienes, productos y servicios, lo que ha permitido que abarate el costo del dinero y por esa vía inyecte más liquidez al aparato productivo. Sin embargo, los voceros gremiales insisten en que terminaron el 2023 en estado cuasi-recesivo y este primer trimestre no refleja un cambio de tendencia sustancial.
Por ejemplo, la vivienda, clave en cualquier proceso de recuperación por su efecto transversal en el sector real de la economía, además de ser un sector intensivo en la demanda de mano de obra calificada y no calificada, apenas si experimenta algunos signos de reactivación. Esto pese a los ajustes que sobre la marcha ha aplicado el ministerio del ramo a la política de asignación y giros de subsidios.
Asimismo, es innegable que los bandazos y decisiones polémicas gubernamentales en cuanto a afectar las vigencias futuras presupuestales terminaron por enviar un mensaje de preocupación y alerta temprana a todo el sector de la infraestructura y el modelo de las concesiones.
Si a ello se le suma la profundización del ambiente de incertidumbre producido por los intempestivos anuncios de constituyente o de imponer por vía administrativa y reglamentaria algunos aspectos de las cuestionadas reformas pensional, laboral y de salud (que permanecen trabadas e incluso esta última ya al borde del hundimiento en el Congreso), se entiende por qué el sector privado no se arriesga a grandes proyectos y negocios. Es claro: el factor vital de la seguridad jurídica y la estabilidad de la política económica está muy debilitado. Y como si lo anterior fuera poco, se da por descontado que no se cumplirá este año la Regla Fiscal, indicador clave para generar confianza inversionista.
Se pensaría, entonces, que ese menor dinamismo del aparato empresarial sería compensado por un mayor flujo de recursos oficiales a las obras civiles, programas asistenciales e inversiones de alto calado. No obstante, en el inicio de 2024 la ejecución presupuestal de los ministerios continúa estancada, aumenta el déficit fiscal y la mayor irrigación de subsidios no produce mayor efecto mayor en el aumento del consumo de los hogares o en las ventas del comercio y la industria.
Hay que ser claros: en medio de la polarización política en que está imbuido el país y más allá del estilo confrontacional que prima en la Casa de Nariño, no se pueden perder de vista los fundamentos básicos de la economía: la generación efectiva de empleo de calidad es imposible con un aparato productivo desacelerado o estancado. No hay discurso, teoría ni arenga política populista desde las instancias oficialistas que pueda sobreponerse a esa premisa.
Colombia, una vez más, se empieza a alejar de la posibilidad de una tasa de desempleo por debajo de un dígito. Mientras las empresas sigan congelando nóminas ‒en el mejor de los casos‒, el subempleo se mantenga en el 57% y las perspectivas de inversión y negocios continúen de capa caída en medio de los mensajes preocupantes que envía el Gobierno, pensar en un cambio de tendencia sólido en la tasa de desocupación seguirá siendo una meta lejana.