*Por poco arde París
*La gloria de Churchill
Por estos días se conmemora el desembarco en Normandía de los Aliados, que se efectuó el 6 de junio de 1944. Se trató de un operativo naval con apoyo aéreo, en el cual participaron 150.000 soldados, de los cuales 83.000 eran británicos y canadienses y 73.000 estadounidenses. Se conoce ese asalto cuidadosamente planeado en Londres, como el “Día D”. El primer ministro Winston Churchill, había soportado lo peor de la II Guerra bajo la lluvia de bombardeos que ordenaba Hitler sobre Londres, dirigidos a blancos civiles con la finalidad de ablandar la moral de la población, que suponía derivaría en la pérdida de apoyo al gobierno conservador y la consiguiente negociación con Alemania. Hoy sabemos que de Hitler haber escogido blancos industriales en los que se fabricaban parte de las armas para la guerra, quizá habría conseguido debilitar más el país. Lo cierto es que el duro castigo sobre Inglaterra determina a los ingleses a la lucha total por su existencia, alentados por el elocuente y vigoroso verbo de Churchill.
Le corresponde al mariscal Erwin Rommel defender la Francia ocupada de un eventual zarpazo de los Aliados. Se trataba de mantener la vigilancia sobre la extensa frontera y de anticiparse al previsible ataque aliado, uno de los problemas es que el servicio secreto alemán estaba penetrado por los ingleses y que el derrotismo avanzaba en el Ejército. Rommel, en un momento de lucidez, previó que el peligro de un desembarco amenazaba por Normandía. Los agentes del servicio secreto alemán y la Gestapo, no estuvieron de acuerdo. Si el gobierno de Berlín hubiese seguido la intuición del mariscal, el desembarco aliado se habría convertido en una carnicería y quizá frustrado por un tiempo. Rommel se había convertido en un héroe mundial por su actividad militar en África y por actuar dentro de los parámetros del antiguo estilo caballeresco impuesto por los prusianos desde tiempos de Federico el Grande, lo que le suscitó la admiración de Churchill y del mariscal Montgomery. En parte, Hitler no le prestó atención por cuanto el prestigio de ese guerrero lo convertía en ídolo de las tropas, se sospechó que de haber triunfado la operación Walkiria, Rommel podría haber remplazado al Führer. Lo cierto es que al poco tiempo el mariscal se suicida y al caer Berlín, Hitler se pega un tiro. La muerte de ambos está ligada a la agonía del III Reich. En tanto el desembarco en Normandía, enaltece a Churchill y los Aliados.
Los Estados Unidos se demoraron en entrar en la guerra en tanto sus fábricas se dedicaban a la producción de armamento y preparaban las tropas para apoyar a Churchill y al general Charles de Gaulle, en la tarea de liberar a Francia y Europa, como de caer sobre Alemania y derrocar a Hitler. La ayuda de EE.UU. le facilita a Churchill rearmarse y crear en 1941 el Comando de Operaciones Combinadas, con la exclusiva finalidad de alistarse para combatir las tropas alemanas y salvar a Francia. La marinos ingleses recibieron un nuevo tipo de adiestramiento que alteraba el concepto de la guerra, para conseguir que pudiesen actuar en el mar y en tierra con la misma efectividad, incluso sin contar en ocasiones con equipo pesado. El desembarco en Normandía mostró al mundo el poder de recuperación y de reacción de Inglaterra, que con los Aliados y el concurso decisivo de los Estados Unidos, dieron el terrible golpe del 6 de junio.
Hitler, desde el búnker en Berlín o en el Nido de Águilas en la frontera con Austria, conocía de los planes de Churchill y los Estados Unidos, por lo que trató de llegar a un acuerdo secreto con Inglaterra, que se frustró. Por lo tanto, toma la decisión de destruir a París, en caso de retirada. Es así como ordena que antes de la retirada las tropas alemanas arrasaran la capital francesa. El general Dietrich von Choltitz, que tenía bajo su mando la ciudad, desobedeció la orden de Hitler y salvó la Ciudad Luz. En realidad, fueron las ciudades alemanas las arrasadas; los bombardeos aliados implacables llovieron sobre Dresde, Múnich y Berlín.
El avance de los Aliados en Normandía desquició el sistema defensivo de Alemania y precipitó la retirada en otros decisivos frentes de guerra. En Berlín se esperaba cambiar el curso de la guerra con una nueva arma mortal, que al final con sabios alemanes la desarrollaron primero los Estados Unidos: la bomba atómica.