* ¿Qué hacer con la Vicepresidencia?
** Dos proyectos contradictorios
Casi de manera simultánea el Congreso tendría que medírsele al debate de dos proyectos relacionados con la Vicepresidencia de la República, aunque contradictorios. Uno primero, con rango de acto legislativo, radicado ayer, propone eliminar esta figura y volver a la del Designado, que estuvo vigente gran parte del siglo pasado hasta la entrada en vigencia de la Carta del 91. Otro, de estatus legal, que apenas si se anunció esta semana y cuyo borrador se perfeccionaría para ser enviado al Parlamento próximamente, plantearía la necesidad de mantener dicho cargo pero aclarando las funciones puntuales que debe cumplir el segundo a bordo, pues está claro que esa es una zona gris ya que, constitucionalmente, su único objetivo es, cual fusible, estar listo para reemplazar al Jefe de Estado en caso de una ausencia temporal o absoluta de éste.
Todo este debate se da en medio de la controversia en torno de la salud del vicepresidente Angelino Garzón, tras el accidente cerebro-vascular que sufrió un mes atrás, y la polémica de la semana pasada por un presunto apoyo suyo a la convocatoria a una asamblea constituyente. Frente a lo primero, una primera aparición pública del Vicepresidente el domingo pasado en una ceremonia religiosa parece descartar los temores acerca de que tendría graves secuelas físicas y mentales, algo que será refrendado en la reunión la próxima semana con una comisión de congresistas que insistió en la cita con el fin de terminar de una vez por todas con el clima de incertidumbre. Y frente a lo segundo, el propio Jefe de Estado dijo que el Vicepresidente no respalda el llamado a una asamblea constitucional, pero aún así no se puso punto final a la discusión entre santistas y uribistas al respecto. Es más, el mismo Presidente de la República, que dijo semanas atrás que estaba analizando si promovía una reforma para acabar con este cargo, recalcó este martes la permanencia de Garzón pues lo ve muy recuperado de su percance médico.
Una vez estén puestos sobre el tapete ambos proyectos, el Congreso tendrá que meterles diente. De entrada, es claro que al sólo estar radicado el acto legislativo que pide eliminar la Vicepresidencia, éste debe empezar a surtir su trámite. Es allí en donde entrará a jugar de forma sustancial el criterio de la coalición de Unidad Nacional. Aunque no hay posiciones de bancada definitivas y oficializadas, los pronunciamientos individuales de los parlamentarios de las distintas colectividades evidencian que las posturas están muy divididas. Igual tendrá que escucharse la del Gobierno para establecer de una vez por todas en qué terreno se mueve frente a la permanencia o no de la figura vicepresidencial, y si cualquier reforma que se adopte frente a la misma afectará al actual titular de esa dignidad.
También habrá un reto a la seriedad y objetividad de los partidos, para que sus posturas respondan a análisis serios e institucionales y no estén influidas por polémicas coyunturales o incluso contagiadas del clima de agitación política por una a todas luces tempranera puja por la sucesión en la Casa de Nariño en dos años.
Más allá de cuál sea la opción por la que el Legislativo se decida, lo cierto es que este ya es un debate imparable y que difícilmente la polémica podrá zanjarse con dejar las cosas tal y como han venido funcionando desde 1991. Cambios, ya sean legales o constitucionales, habrá. El tracto institucional y la opinión pública así lo reclaman. Si la Vicepresidencia se mantiene, tendrá que aclararse su marco funcional, eso es inobjetable. Pero si se analiza su eliminación, debe tenerse en cuenta que hay muchos sectores nacionales que están en contra de esa alternativa y una posible afectación de la democracia representativa.
Por ahora sólo queda esperar a que arranquen pronto los debates y que, ahora sí, el tema de la Vicepresidencia de la República se defina y termine una polémica tan desgastada como irresoluta a lo largo de más de dos décadas.