La bomba atómica delineó la política internacional
Ahora el tema está en avances del fundamentalismo islámico
LA bomba atómica siempre se supuso, durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, el instrumento clave y diferenciador para ganar la contienda. Se venía, durante la conflagración anterior, de los peores ataques con armas químicas, entre ellos los gases mostaza que, de hecho, alcanzaron al entonces cabo Adolfo Hitler, cegándolo por varios meses.
Existen libros, ciertamente, que señalan que ese episodio fue lo que catapultó a Hitler hacia la política, puesto que si había salvado su vida, alguna misión específica debía cumplir hacia el futuro. Una vez ascendió al poder, en 1933, su tarea principal fue el armamentismo alemán y el requiebre del Tratado de Versalles, pacto entre las potencias ganadoras de la Primera Guerra que, además del crack de 1929, sumieron a Alemania en una crisis económica sin precedentes. Con las nuevas armas, básicamente en portaviones, tanques de mayor envergadura y movilidad y aviones de combate que tuvieron su primera presentación en la Guerra Civil española, Hitler conquistó a Europa, en alianza con la Italia de Benito Mussolini y con el único reducto libre de Gran Bretaña. Igualmente sorprendió al mundo haciendo alianza con los comunistas soviéticos, convenio que después quebrantó para invadir a Rusia.
En medio de ello Japón, que se había declarado aliado de las fuerzas fascistas, decidió atacar a los Estados Unidos, en Hawai, iniciando la batalla del Pacífico. Mucho peso, por lo general se da en la Segunda Guerra Mundial a la batalla por el Atlántico, es decir la zona continental europea, pero no en la misma proporción se desenvuelven las referencias históricas en Asia y el mar que separa a ese continente de Estados Unidos. Fue allí, sin embargo, donde se desarrollaron los sucesos que finalmente llevaron al lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, hace 70 años, poniendo punto final a la Segunda Guerra en el Japón, tras la derrota de Hitler y Mussolini, en Europa
Cuando Estados Unidos declaró la guerra al Japón al día siguiente de los ataques a Pearl Harbor, este país no tenía unas Fuerzas Armadas preparadas para semejante contienda. De hecho, la política internacional norteamericana, en medio de la hecatombe europea que se había prolongado a Asia y África, estaba fuertemente predeterminada por las encuestas de opinión y los periódicos que, todos a una, indicaban un aislacionismo a toda prueba. El presidente norteamericano, Franklin Delano Roosevelt, neutralizado por esas mayorías aislacionistas, no tenía cómo intervenir en la guerra, sino de modo muy marginal, para ayudar a la alianza de Inglaterra y Francia contra Alemania e Italia. Pero el Japón, aliado a los últimos en lo que se llamó el Eje, atacó las plataformas militares de los Estados Unidos en el Pacífico.
Roosevelt, que con lo anterior se encontró inmerso en la guerra y que de antemano tenía la tendencia de participar en ella, tuvo la excusa perfecta para desenvolver el gran potencial norteamericano. En muy poco tiempo rearmó al Ejército con los equipos más modernos, generó una conscripción con base en una cruzada de defensa democrática y secretamente reunió a los científicos alemanes e italianos que estaban refugiados en Estados Unidos, por cuenta de su huida de los regímenes fascistas, con el fin de inventar la bomba atómica.
Con Inglaterra prácticamente desfalleciente, Francia aniquilada y dividida territorialmente y Rusia invadida, Hitler tuvo todas las de ganar. Sin embargo el invierno lo derrotó en las estepas rusas y al replegarse, las fuerzas de infantería y las áreas norteamericanas avanzaron decididamente sobre Italia y Francia, resguardando a Inglaterra.
Ante ello, ya con las tropas aliadas sobre Alemania, Hitler siempre dijo que tenía un arma secreta que cambiaría el eje gravitacional de la guerra a su favor. Se trataba de la bomba atómica. Lo que no sabía era que antes que él, ella ya estaba en manos de los Estados Unidos.
Para Roosevelt fue suficiente con el despliegue de sus mejores generales sobre Europa, combinado con el esfuerzo soviético. En tanto, en el Pacífico, la lucha entre japoneses y norteamericanos se presentó de otra manera, con dificultades en Filipinas y otras áreas. Roosevelt murió y quedó en manos de su vicepresidente, Harry Truman, qué hacer con la confrontación en el Pacífico. Aunque ya los norteamericanos eran preponderantes, los japoneses no daban mínimas muestras de rendición. De suyo, la guerra parecía prolongarse por varios años más en ese frente. Fue cuando Truman decidió lanzar la bomba atómica sobre hoy Hiroshima y Nagasaki, causando la muerte instantánea de al menos 600 mil personas, pero básicamente para dejar en claro, a todos sus enemigos futuros, que en sus manos estaba el arma más mortífera que el hombre ha inventado nunca. Fue cuando comenzó la Guerra Fría entre capitalismo y comunismo.
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De entonces a hoy, los principales países del mundo, y algunos colaterales, fueron desplegando sus esfuerzos científicos para lograr también la bomba atómica, mientras se produjo la descolonización e Inglaterra y Francia dejaron de ser imperios. La fusión nuclear, que es el mecanismo por medio del cual se rompe el átomo y se crea el estallido de la materia, fue lograda al poco tiempo en los arsenales de otras naciones, especialmente en la Unión Soviética y llegando hasta Argentina. No era ya necesario generar bombardeos a través de la fuerza aérea, sino con misiles teledirigidos, con las ojivas nucleares en sus puntas. Todavía hoy, muchos países mantienen esos misiles. Inclusive, previo a la destorcida de la Guerra Fría, en la época de Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, el primero notificó al mundo de que vendría la Guerra de las Galaxias, de modo que se pudiera generar un escudo galáctico sobre los Estados Unidos para impedir el ingreso de misiles mientras que, por el contrario, esa nación si podría dispararlos.
Muchos fueron los acontecimientos globales que se desarrollaron en torno de los arsenales de misiles y que tuvieron al mundo al borde de una tercera Guerra Mundial. Uno de ellos, precisamente, el descubrimiento, a poco de producirse la Revolución Cubana, de que los comunistas soviéticos estaban instalando misiles de gran potencia a pocas millas de los Estados Unidos. El entonces presidente John F. Kennedy maniobró hábilmente, con Nikita Kruschev, para el desmantelamiento de esos proyectiles nucleares en la isla, dando a los soviéticos la palabra implícita de que nunca volvería a apoyar un ataque al régimen comunista de Fidel Castro, pero al mismo tiempo, generó las condiciones para el embargo económico sobre Cuba. En otros casos, por ejemplo en la prolongada contienda entre Israel y los países árabes, los iraquíes llegaron a disparar misiles Scud sobre territorio hebreo, pero se demostraron como un fiasco.
Hoy, precisamente, el embargo a Cuba comienza a cerrarse como remanente de la Guerra Fría, lo mismo que de Irak, uno de los países más potentes del Medio Oriente del que prácticamente queda muy poca cosa, con la escisión producida por el Estado Islámico y el fracaso político de la guerra declarada por Estados Unidos sobre el régimen de Sadam Hussein. En estos días, en cambio, los norteamericanos, a través de su secretario de Estado, John Kerry, lograron un plausible acuerdo nuclear con Irán, de modo que se abstenga de ser una potencia nuclear.
Muchas, desde luego, fueron las repercusiones del lanzamiento de la bomba atómica, en 1945, delineando la política internacional de los últimos tiempos, tanto por los factores disuasivos que tenerla representó, como por la advertencia al mundo de que con solo obturar un botón podría desaparecerse parte importante de la humanidad. Lo que no se sabía, en cambio, es que unos pocos fundamentalistas islámicos pudieran, con apenas la amenaza de unos cuchillos y unos cubiertos sobre los pilotos, moldear los sucesos de las épocas más recientes, cuando hicieron estallar varios aviones sobre las torres gemelas, en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, con más víctimas que Pearl Harbor, y posteriormente dando nacimiento a lo que hoy se conoce como el Estado Islámico.