Cumbre climática: ¿una algarabía? | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Diciembre de 2019
  • De nuevo la carencia de políticas vinculantes
  • El objetivo es el Desarrollo Sostenible

 

No era difícil hacer el vaticinio de que la cumbre contra el cambio climático, en Madrid, no iba a dar ningún resultado efectivo. En efecto, sin la presencia de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, las reuniones internacionales en la materia seguirán siendo estériles.

El Acuerdo de París, por lo tanto, se mantiene sin lograr la disciplina global que permita enfocarse en una verdadera política ambiental, de carácter universal, sobre la cual se puedan elaborar índices fehacientes. En eso, pues, la ONU debería tener una vara superior, por cuanto este tipo de asambleas, sin los países principales, no pasan de ser un acto de buena voluntad de quienes asisten a sabiendas de que no habrá ningún acuerdo de importancia. De hecho, ni siquiera entre las 190 naciones que asistieron se obtuvo algún tipo de convenio en torno de los mercados de carbono.

Desde luego, el cambio climático es un protagonista esencial de los tiempos contemporáneos. Pero mientras no se obtenga una definición clara en torno a los efectos antropogénicos sobre calentamiento global ‘no se llegará a ningún Pereira’.

El contraste es cada vez más claro ya que el metano, el carbono y los nitritos, producidos en exceso, han venido calentando indefectiblemente el planeta, hasta el punto de modificar paulatinamente la temperatura. Aparte del Ártico y el Antártico son, efectivamente, los países tropicales, como Colombia, los que tienen más que lamentar.

Por supuesto, hoy en día la politización del tema no ha permitido un punto de encuentro sobre el cual pueda trabajarse universalmente. Es cierto, a no dudarlo, que es fundamental entender que la capacidad ecológica del globo no garantiza una economía en ascenso geométrico. El progreso, justamente, también tiene sus límites si se quiere responder a los criterios del desarrollo sostenible. Es decir, comprender ante todo que están en juego las futuras generaciones.

No se trata, entonces, de derruir el sistema de mercado, puesto que se ha demostrado que a través de éste millones de personas no solamente han salido de la pobreza, sino que han podido mejorar su calidad de vida. Pero es claro, también, que de afectarse la variable climática, tal y como hoy acontece, el globo entra en un túnel incierto para la supervivencia humana.

De este modo, más que grandes manifiestos o alertas catastróficas, lo que se necesita son políticas vinculantes que desde lo internacional obliguen a la actuación interna en cada país. Hasta el momento solo se han adoptado medidas voluntarias que, si bien están establecidas en la dirección correcta, no permiten elaborar una plataforma ambiental de mucho mayor alcance. En ese sentido, como lo hemos dicho, la ONU parece un rey de burlas y se muestra completamente incapaz de traducir los axiomas científicos en políticas sistemáticas y de largo plazo.

Por lo demás, a la orden del día siguen estando las tensiones de los países sobre tema tan crucial. En general, la gran mayoría de las llamadas naciones en desarrollo, pese a haber logrado una renta media, continúan pensando que es indispensable explotar sus recursos naturales de manera que puedan producirse los excedentes de capital para irrumpir internamente en las obras públicas y sufragar las necesidades de sus pueblos. Para algunos de ellos, las nociones del cambio climático no son más que un mecanismo de los países ricos para evitar que los de mediana escala puedan desarrollarse y establecerse en las mismas condiciones.

Frente a lo que ha venido ocurriendo en las diferentes cumbres resultaría lógico modificar las políticas y salirse del voluntarismo que no parece estar conduciendo a ninguna parte. Es cierto que este tipo de cumbres colaboran esencialmente en la pedagogía ambiental del mundo, pero no pasan de allí. Inclusive, la presión que se pretende no es sino de carácter simbólico. Cada tanto tiempo, pues, se produce un acto litúrgico ambiental, pero ello no desemboca sino en desencuentros y ausencias lamentables.

El problema puede radicar en que el cambio climático no es sino una arista del desarrollo sostenible. En esa medida es muy posible que, si se logra hacer énfasis y cumbres en cuanto a lo que anterior significa, se pueda por esa vía llegar a un punto de encuentro ante el calentamiento global. En tanto, los cónclaves, como el que acaba de concluir en Madrid y el citado ahora para Glasgow, no pasarán de ser una gran algarabía, pero con cero compromiso.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en los que Colombia ha sido tan activa, deberían ser el norte a seguir. En ese propósito nuestro país podría ser huésped de algún encuentro, en el que se invitara a países reacios al tema, como Estados Unidos, y pudieran concretarse algún tipo de acuerdos que sirvieran de ejemplo global.