*Intolerancia, principal causa del flagelo
*Más allá del caso típicamente delictivo
Un joven muerto en el sistema de Transmilenio en medio de una disputa con un vendedor de maní. Un padre de familia herido fatalmente en una riña cuando reclamaba al exnovio de su hija; otro muchacho asesinado tras una pelea entre sus amigos y un grupo de ‘cabezas rapadas’; dos estudiantes que terminan en el hospital luego de una refriega por cuestiones relacionadas con sus preferencias en materia de equipos de fútbol; una mujer que llega malherida a un hospital luego de que un pleito con su esposo se saliera de control y terminara violentamente; un bebé entre la vida y la muerte al quedar en medio de una pelea de su madre y otras personas; un guarda de tránsito que es perseguido por un iracundo conductor y que al acercarse a unas personas en busca de apoyo, le ofrecen un arma para que se defienda… Todos esos casos corresponden a hechos recientes en distintas partes del país y en todos ellos hay un común denominador: la presencia de armas blancas, especialmente cuchillos, puñales o “chuzos”, como suelen denominarse popularmente a elementos hechizos filosos y cortopunzantes. Y no se trata aquí de hechos derivados del accionar delincuencial, sino de típicos casos de intolerancia, violencia intrafamiliar y riñas vecinales o callejeras, en las que de un momento a otro se pasa de los insultos y las agresiones físicas a empuñar armas blancas con la intención manifiesta de herir gravemente o causar la muerte.
En las estadísticas de las autoridades sobre los hechos de violencia es cada vez mayor el número de casos en donde se reporta la presencia de armas blancas. Igual pasa en los operativos de la Fuerza Pública en muchas ciudades y municipios, en donde es ya muy común el decomiso a diario de miles de puñales, cuchillos de cocina y ‘chuzos’ a jóvenes y adultos que explican que los cargan para defenderse de los delincuentes que pululan en cada esquina. Cuando se verifican las identidades de los portadores, se comprueba que la gran mayoría no tienen antecedentes penales ni problemas pendientes con la justicia. E incluso cuando se les pregunta de dónde sacaron el arma, responden que la compraron en establecimientos comerciales normales, en donde hay una gran variedad de puñales y cuchillos de todos los tamaños y estilos, pese a la evidencia de que no se hicieron para labores de cocina o domésticas, sino que son elementos típicamente para defensa o ataque.
Un periodista de este diario que realizaba una investigación sobre las crecientes muertes por casos de intolerancia, indagaba con las autoridades, expertos en seguridad urbana y sociólogos sobre las causas de este tipo de violencia, y recibió una respuesta que si bien es subjetiva e informal, no deja de ser preocupante: “hay una especie de cultura del puñal”. Y es que lamentablemente así como crece el decomiso de este tipo de armas y de que sus propietarios son reseñados judicialmente, los casos recientes ratifican que la inclinación a portar cuchillos y puñales no disminuye sustancialmente. En no pocas ocasiones se ha discutido en el Congreso elevar a delito el porte de armas blancas pero las iniciativas no han prosperado, la mayor de las veces porque hay juristas y parlamentarios que consideran que se trata aquí de una contravención que debe ser reglada desde el Código de Policía, y no de una infracción penal típica, antijurídica y culpable. Incluso, se ha debatido que lo que debe prohibirse al cien por ciento, sin excepciones, es la venta abierta de cuchillos y puñales, o pasar a un sistema que permita a las autoridades referenciar a quien los adquiere y con qué fin. Igual no faltan los expertos que consideran que la solución no es normativa ni punitiva, ya que cuando se restringió el porte de armas de fuego, muchas personas optaron por utilizar otro tipo de elementos para agredir o defenderse, lo que evidencia que en el fondo el problema es la intolerancia y la propensión a resolver por mano propia y violentamente las diferencias. Es claro que hablar de una ‘cultura del puñal’ resulte exagerado y alarmista, pero que los hechos de violencia en donde intervienen armas blancas van en aumento, es innegable y algo debe hacerse.