*El desmonte del muro latinoamericano
*Repercusiones en proceso de paz colombiano
Sobra decir, desde luego, que el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos es histórico. Tal sea, sin duda, no solamente la noticia del año 2014, sino de igual manera la de muchas décadas en América Latina. Tanto como que la mácula en el hemisferio podía reputarse del mismo nivel del Muro de Berlín o el divisionismo causado por la Guerra Fría. Más de 50 años de semejante anacronismo, representado en el embargo económico y diplomático, comienzan a declinar y terminar con las alambradas ideológicas en que se escindió el globo hasta tocar los umbrales de la Tercera Guerra Mundial.
Cuba, por descontado, fue protagonista en el largo lapso justamente porque la revolución castrista pudo sostenerse como antípoda de los Estados Unidos. Sabido está, por supuesto, que nadie en ninguna parte del mundo estaba por el régimen desfachatado de Fulgencio Batista y que los “barbudos” pudieron llegar a La Habana prácticamente sin disparar un solo tiro, en 1959, tornándose paulatinamente hacia la Unión Soviética, cambiando la esfera de la geopolítica mundial. Fue aquella la época de los fusilamientos selectivos del Che Guevara y la posterior proclama de que se exportaría la revolución al resto del continente latinoamericano. Así se trató de hacer con hervor y romanticismo juveniles en muchos focos, con el mismo Che Guevara de portaestandarte, hasta ser dado de baja en Bolivia.
En tanto, Colombia sufrió el salpullido de modo dramático, creándose las guerrillas de las Farc, el Eln, el Epl y luego el M-19, siempre con Cuba como reducto principalísimo. De hecho, no solo el mismo Guevara fue el promotor del Eln, sino que las demás agrupaciones tuvieron en la isla tanto la fuerza del simbolismo, como la ayuda material y política que les permitió oxigenar sus pretensiones armadas en el país.
Fidel Castro, por su parte, era un viejo conocido de Colombia, participando en los insucesos del 9 de abril de 1948. Fue cuando por primera vez vio una revuelta en curso y nunca olvidó lo que era la rebeldía amorfa y desbocada. Por eso pensaron en Cuba, a través de los años, que el territorio colombiano podía ser lugar propicio para la conflagración. Nunca, sin embargo, Castro aconsejó el secuestro como método de lucha, que incluso criticó en sus últimas épocas, e impidió que la isla se convirtiera en enclave del narcotráfico, ni siquiera de soporte velado a las alicaídas finanzas en los estertores de la Guerra Fría.
El símbolo de Castro estuvo en haber resistido la invasión de Bahía Cochinos, auspiciada por el presidente John F. Kennedy como herencia del binomio Eisenhower-Nixon, que la tenían entre manos. El estruendoso fracaso, para algunos fruto de que Kennedy no había dado respaldo aéreo y militar norteamericano, hizo que Estados Unidos mantuviera la espina entre los más radicales, algunos de ellos en la cúpula de las fuerzas armadas. Fue a los pocos meses, con la postura de misiles por parte de Kruschev en la isla, que se estuvo a punto de una nueva hecatombe mundial. Kennedy y Kruschev sortearon finalmente el asunto, de donde nació el embargo que parecía el mal menor en episodios de semejante impacto.
Todo ello es lo que el presidente Barack Obama, con la mediación confidencial del Papa Francisco, ha dado por terminado y sin asomo de la Unasur. Ahora, como lo ha dicho, Cuba hará parte integral del continente y seguramente en la próxima Cumbre de las Américas, en abril, a llevarse a cabo en Panamá, la inclusión de La Habana en el sistema interamericano será un hecho. Habrá, por supuesto, de tramitarse todo lo referente a los presos políticos de décadas, lo mismo que no incordiar el asunto con temas relativos a la devolución de los bienes abandonados y expropiados en los años 60. Ya verá el pueblo cubano, en su conjunto, cómo resuelve el asunto. En todo caso, bajo una democracia afincada en los derechos humanos y una resolución del tema de Guantánamo. Vendrá, claro está, un arduo debate en el Congreso estadounidense, institución que finalmente es la encargada de adecuar las leyes correspondientes, pero sería un estropicio no atender el llamado de la historia hecho por Obama. Igualmente, se da por descontado, el consecuencial ajuste político en Venezuela, entendido que el “imperio” ya no será el coco que dé cabida al ditirambo ideológico.
En cuanto a Colombia, asimismo, no hay duda alguna de que el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba tendrá, a su vez, de colofón el proceso de paz con las Farc y el Eln. Y eso es una noticia doblemente histórica.