*Efectos de la visita papal
*Los prestigios políticos por el suelo
Tal parece que la invitación del Papa Francisco a los millones de jóvenes que lo siguieron como hipnotizados en su reciente visita a Brasil, en especial cuando desde Copacabana les incitó a defender los valores espirituales superiores que son el fundamento del cristianismo y no dejarse contagiar por la corrupción, está comenzando a dar resultados. Las protestas juveniles, de los estudiantes, de los trabajadores inconformes y de los indignados de distinto signo se multiplican y cada vez se hacen más frecuentes, vociferantes y tumultuosas. Los datos de las agencias especializadas y el sondeo del Instituto Brasileño de Opinión Pública en su informe más reciente, lo confirman. Allí se muestra una caída de la confianza en las instituciones y el Gobierno de la gran masa de la población. El estigma de la corrupción afecta la imagen del sector oficial, desde la presidenta de la República, Dilma Rousseff, hasta los cargos más modestos. Otros analistas advierten que: “Se trata de una crisis generalizada de credibilidad que refleja el momento que vive el país con las protestas en la calle”. Semejante estado de descenso en la opinión y descredito gubernamental pareciera tener relación, según algunos análisis, con el fracaso de la Presidenta en su deseo de manipular la visita papal para limpiar la imagen de su gobierno y aprovechar la popularidad del más alto prelado de la Iglesia Católica.
Lo cierto es que: “de las 18 instituciones que han perdido credibilidad, la más castigada ha sido la Presidencia de la República, que ha perdido tres veces más que el resto. De la cuarta posición del año pasado ha pasado a la undécima. En 2010, con Lula da Silva, era la tercera institución con mayor índice de confianza después de la Iglesia y los bomberos”. Los críticos del Gobierno sostienen que la gente de la calle cada vez tiende a creer menos en la democracia y está desilusionada de las promesas incumplidas del Gobierno, como de los abusos de los altos empleados públicos, no solamente por los continuos escándalos de corrupción, sino por la manera irresponsable como dilapidan los recursos públicos.
Y la quiebra de la credibilidad en la democracia, según los que escrutan la conciencia colectiva, obedece al populismo en el que se empeñan los últimos gobiernos nacionales y federales, que exageran todos sus logros, manipulan la estadística se proclaman insobornables combatientes contra la corrupción, en tanto engordan sus alforjas con dineros del Tesoro Público. Por eso, frente a la generalización del Papa Francisco, sobre la crisis moral de nuestro tiempo, gran parte de la población creyó que se trataba de una fuerte censura y radiografía del Gobierno, cuyos funcionarios más importantes están envueltos en gravísimos escándalos de corrupción.
El informe insiste que el recelo de la población frente a los políticos se extiende por todas las regiones del gigantesco territorio de Brasil, desde el noreste más pobre, donde el partido oficial siempre mantuvo una amplia popularidad con el presidente Lula da Silva y la misma Presidenta logró en el pasado altos índices de aprobación. Allí la confianza en ella bajó, pese a la ayuda oficial que reciben los de menores recursos. En el sureste, donde se concentra el desarrollo industrial y los mejores salarios, la caída fue de un 60% a un 34%.
En descrédito le siguen el Congreso. La Presidencia y los legisladores están en caída por los últimos lugares en la opinión pública. Los politólogos afirman que la baja de ambos poderes, así como de la justicia, tiene que ver con el contubernio de las instituciones por hacer inoperante la Ley, como por la complicidad de los representantes de los poderes públicos en tapar sus cuantiosos desfalcos y complicidades. Apenas unos pocos funcionarios, legisladores y jueces se salvan de caer en la picota pública.
Entre los escándalos que han motivado a la población a salir a las calles y protestar se destaca el descontento por los pésimos servicios de salud, dado que los pacientes se mueren en los alrededores y en las antesalas de los hospitales sin ser atendidos, en tanto los funcionarios corruptos siguen libres y se vuelven millonarios. Según el mismo sondeo “la confianza ciudadana en la Justicia, que había crecido con motivo del proceso del mensalão en el Supremo, se ha desplomado, quizás porque al año de aquel proceso en el que 25 políticos, banqueros y empresarios fueron condenados de 10 a 40 años de cárcel, todos ellos siguen en libertad”.
Es de reconocer que la presidenta Rousseff hace los mayores esfuerzos por combatir la corrupción, pero es evidente que gran parte de los políticos a los que el Papa Francisco se negó a recibir, están por enriquecerse a todo trance. Esa honda dicotomía entre la elevada postura moral del Papa Francisco y el descrédito de los políticos que en Brasil están por la legalización de la droga, se puso de manifiesto con su visita al país y las protestas populares que arrecian.