* Disminuyen nacimientos y aumentan defunciones
* Amenaza para economía y estabilidad de sociedad
La Oficina Nacional de Estadísticas de la República Popular China reportó en los últimos días que, por segundo año consecutivo, la población de ese país se contrajo, es decir, disminuyeron los nacimientos al mismo tiempo que aumentaron las defunciones, tendencia que se mantiene desde el año 2021.
La revelación evidencia que el país está inmerso en una inquietante crisis demográfica que tiene −y tendrá− múltiples consecuencias para su economía y la armonía de su sociedad.
Es un panorama radicalmente opuesto al que vivían al final del siglo pasado, cuando el entonces emperador rojo Deng Xiaoping decidió enfrentar las amenazas sociales y ambientales que planteaba la superpoblación e impuso la draconiana política del hijo único, que estuvo vigente desde el año 1982 hasta la década pasada.
Las parejas solo estaban autorizadas a tener un hijo y, como se trataba de una meta vital para el desarrollo del país, la medida estaba sometida al estricto control del partido Comunista y de cada “danwei” (las unidades de trabajo a las que debe pertenecer todo ciudadano). El jerarca de cada de una de esas unidades tenía la responsabilidad de escoger y señalar a las familias el momento en el cual podían concebir a su hijo y, al mismo tiempo, era el encargado de vigilar, evitar y detener infracciones, por lo cual se llegó al insólito exceso de que las mujeres tuvieran que reportarles la ocurrencia de sus períodos menstruales. Las infracciones ocasionaban sanciones pecuniarias, así como restricciones económicas y en los servicios del Estado para los padres responsables de las mismas, lo que, obviamente, dificultaba la crianza y el crecimiento del segundo hijo.
La política del hijo único desató una profunda transformación de las costumbres familiares y la aparición de múltiples fenómenos, sin antecedentes en el país, como la concentración de la atención y afecto de abuelos, padres y demás familiares en un solo niño, con la consecuente aparición de generaciones enteras de niños mimados −por primera vez proliferaron casos de obesidad infantil y de desórdenes psicológicos y emocionales−. Se extendió por toda China, con especial acento en las zonas rurales, la preferencia por niños (fuerza de trabajo) sobre las niñas, con multiplicación de casos de abortos cuando se detectaba el feto femenino en las ecografías y situaciones extremas de personas que optaban por matar a las niñas recién nacidas.
En el año 2013 el Partido Comunista aprobó que las parejas chinas pudieran tener hasta dos hijos, límite que en mayo de 2021 pasó a tres hijos y en julio de ese mismo año dispusieron la eliminación total de las restricciones.
En 2023 China dejó de ser el país más poblado del mundo −ahora es India− y su población disminuyó en dos millones de personas mientras que se registraron 11,1 millones de muertes, 690.000 más que en 2022. Hay más hombres que mujeres y mientras que la población en edad de trabajar (entre 16 y 59 años) descendió 61%, la de personas mayores de 60 años creció 21%. Esta desproporción implica que menos jóvenes tengan ahora la responsabilidad de mantener a más personas mayores.
No se vislumbra que la situación pueda mejorar por la dramática reducción de la población femenina y porque, en contradicción con el precepto de Confucio “entre más hijos mayor felicidad”, en busca de consolidar su trabajo las parejas se casan cada vez más tarde y por el alto costo de la educación optan por no tener hijos o máximo uno.
La alarmante disminución de la población en los porcentajes señalados −algo que no se registraba desde la hambruna ligada al fracaso del Gran Salto Adelante en 1961− tiene a las autoridades chinas en la delicada tarea de realizar ajustes estructurales en la economía y en el rediseño de diferentes sectores (educación, salud y vivienda, entre otros). También buscan en la tecnología −inteligencia artificial, automatización y robótica− la cantera para suplir la falta de mano de obra barata, que ha sido una de los principales propulsores de su desarrollo económico. E impulsan la “economía plateada”, un amplio portafolio de productos y servicios para personas mayores.
Una noticia aparentemente buena respecto de la caída de la proporción de población en edad de trabajar es que es una crisis que comparten e incluso llega a ser peor, con otros países como Estados Unidos, Japón o Vietnam. Pero en ese extremo oriente, como en el resto del mundo, mantiene su validez el proverbio de que “mal de muchos…”.