La utilidad mayor o menor que pueda tener la conferencia de partes sobre el Acuerdo Mundial de Biodiversidad, que se inauguró ayer en Cali y que arrancará hoy en firme con las negociaciones de los delegados mundiales sobre el pacto Kunming-Montreal, dependerá de dos aspectos principales.
El primero que cada uno de los países presente, sin dilación y claramente, los respectivos planes de acción para proteger el acumulado de riqueza natural que poseen y así revertir al menos el 30% de la degradación de la biodiversidad planetaria a corto y mediano plazos. Y, el segundo, los compromisos concretos de financiación que, con base en esas estrategias nacionales, adquieran los gobiernos de mayor desarrollo y los aportes privados. En otras palabras, los recursos, con montos y plazos determinados, al Fondo Mundial para la Biodiversidad.
No habrá que confundir, pues, y como lo hemos reiterado, el combate y la financiación contra el cambio climático con esa tarea, también esencial y determinante, de amparar y recuperar la biodiversidad aun si, en casos evidentes, esto tenga vasos comunicantes con el calentamiento global. Y que es, justamente, la materia de la Conferencia de Partes y el motivo de las discusiones en que deberán ajustarse los protocolos hacia la aprobación financiera final en la COP17.
El secretario general de las Naciones Unidas fue enfático al respecto: “… Nuestra tarea en esta COP es pasar de las palabras a los hechos. Esto significa que los países presenten planes claros que alineen las acciones nacionales con todos los objetivos del marco. Significa acordar un marco reforzado de seguimiento y transparencia. Y significa cumplir las promesas financieras y acelerar el apoyo a los países en desarrollo. Deben salir de Cali con inversiones significativas en el Fondo Mundial para la Biodiversidad y con el compromiso de movilizar otras fuentes de financiación pública y privada para aplicar el marco en su totalidad”.
El mensaje es claro y directo: hay que pasar de la teoría a la acción. Del discurso a la implementación. La ceremonia inaugural sirvió para dar una cálida bienvenida a los delegados al segundo país más megadiverso del mundo, pero igualmente es menester que, a nivel internacional, de Colombia salgan compromisos irreversibles, tanto en materia financiera como de recuperación de los territorios. El punto es que se trata de detener la degradación de los ecosistemas, restaurar los bosques, proteger las aguas superficiales y los acuíferos, amparar las especies de la extinción y, en suma, lograr que la biodiversidad salga victoriosa de la encrucijada y la debacle en que se halla en muchos lugares del orbe, no exclusivamente por las anomalías climáticas, sino por la indebida apropiación del suelo y mal manejo antropogénico de las regiones, las cuencas y los mares de donde surge la erosión y degradación territorial en la sumatoria mundial.
Otro de los mensajes claros en el arranque de la COP16 es el relativo a un flanco que, si bien no asoma como prioritario en muchos de los discursos, es determinante: la regulación y compensación por la secuenciación de la riqueza genética de muchos países. Esta, como muchos otros activos, es un recurso cuyo aprovechamiento exige una reglamentación más precisa y transparente para que los avances biotecnológicos, bioeconómicos y de otro tipo de compuestos claves para medicamentos y un sinnúmero de productos, se les reconozca a los países de origen de esa flora y fauna base, con los debidos protocolos.
El titular de la ONU también fue certero al respecto: “… Quienes se benefician de la naturaleza deben contribuir a su protección y restauración. Los países en desarrollo están siendo expoliados. El ADN digitalizado de la biodiversidad sustenta los descubrimientos científicos y el crecimiento económico. Pero los países en desarrollo no se benefician equitativamente de estos avances, a pesar de albergar una riqueza extraordinaria. Esta COP debe hacer operativo el mecanismo que se ha acordado, para garantizar que cuando los países compartan información genética, compartan los beneficios de forma equitativa”.
Como se ve, más allá de cualquier retórica, es taxativo que, en las negociaciones de fondo, los objetivos a pactar están claros y delineados. Lo que está por establecerse es qué tanta voluntad política, conciencia global y capacidad de compromiso se verá para poder aterrizar la discusión teórica en la práctica y abordar las rutas de implementación.
Llegó, entonces, la hora de pasar de las palabras a los hechos, tal cual también lo han dicho los representantes de la Unión Europea. De entrada, se escuchan muchas voces de delegados que dicen llegar a esta COP16 con esa disposición. Sería una gran frustración que la biodiversidad volviera a ser víctima de los reiterativos cantos a sus maravillas, pero que de nuevo se encontrara, en concreto, con la omisión y la negligencia frente a su agonía e intoxicación.