Compromiso con el cambio | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Junio de 2014

* Las bases señalan el camino

* Lo conservador y la alta política

 

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que culminó con la jornada del pasado domingo, se constituyó en una de las más duras pruebas que ha debido afrontar la democracia colombiana. La tensión se leía en los rostros de los responsables de los comandos de campaña, de los mandos medios, de los seguidores y por supuesto de los candidatos, que daban todo de sí para atraer y sumar electores,  poniendo a prueba la propia resistencia física, con los resultados conocidos. Los debates cobraron singular importancia y fueron más complejos en cuanto había coincidencias en varios asuntos palpitantes que atañen al manejo económico. La propaganda política jugó un papel determinante en ambas campañas y en el público, lo mismo que las encuestas, en las que la mayoría destacó al final el repunte del presidente Juan Manuel Santos, que se favoreció por la ausencia del contendor en los últimos días cruciales por una afección en la garganta. Las recriminaciones y los choques entre los bandos que buscaban continuar o llegar al poder, deben ahora terminar y dar paso a grandes acuerdos nacionales. Lo primero es recordar las coincidencias que para la segunda vuelta se dieron en cuanto a facilitar la búsqueda de la paz bajo elementales condiciones. Ese es un gran logro de política nacional que se debe fortalecer y propiciar que se ahonde en el mismo por el bien de Colombia.

Es de resaltar el papel de lo conservador en la justa electoral. Los dirigentes regionales que se vieron envueltos en una trampa en la Convención de Partido Conservador, al no dejarlos hablar y llegar a una candidatura cuestionada por unos y aplaudida por otros, que derivó en una sonada demanda electoral, sufrieron toda suerte de ataques y en las encuestas sobre los comicios parlamentarios se les auguraba la desaparición. Se dijo, por ejemplo, que allí terminaría la procelosa carrera del senador Roberto Gerlein Echeverría, uno de los más experimentados y elocuentes congresistas en la historia de esa institución, puesto que al no dejarlo hablar en la accidentada Convención resultaba imposible que pudiese persuadir a alguien sobre sus tesis. La dialéctica termina en cuanto el contrincante se vuelve o se hace el sordo, pues ahí se ahoga la política y el diálogo. La misma especulación nefasta se hizo con respecto a otros legisladores que buscaban la reelección. Con mucha altura los dirigentes conservadores se retiraron a sus regiones en busca del voto popular, pese al epitafio que les endilgaban los medios de comunicación y las encuestas en torno de que serían enterrados en las urnas. En la hora definitiva el pueblo conservador se mantuvo firme, al tanto de la inmensa responsabilidad de respaldar la presencia de la colectividad en la Mesa de Unidad Nacional. Lo cierto es que en el momento de las urnas en los comicios legislativos le dieron el triunfo a lo conservador. Y esos mismos congresistas  tienen hoy el compromiso de apoyar el cambio y afinar las grandes iniciativas por la paz.

Es interesante observar cómo en la segunda vuelta por la Presidencia, la militancia conservadora obra, de nuevo, con la mayor responsabilidad y eficiencia. Se da el caso ejemplar del Departamento de Nariño. Allí en la primera vuelta los dirigentes conservadores habían apoyado al Presidente-candidato, pero de cara a la segunda varios de ellos resolvieron, por razones de mecánica política, irse con el candidato del Centro Democrático ¿Qué pasó? La militancia conservadora reflexionó y con suma responsabilidad, siendo esa una de las regiones más golpeadas por la violencia, resolvió seguir apoyando la propuesta de paz del Gobierno. Esa misma actitud reflexiva y responsable de las bases conservadoras se repite a lo largo y ancho del país, lo que muestra la madurez de apoyar una política realista y posible para el próximo cuatrienio.

Es de anotar que la victoria de Santos se debe en primer lugar al esfuerzo y la dedicación con la que afrontó la campaña hasta el último momento, así como a sus ejecutorias y compromiso por la distensión y la convivencia, para intentar acabar con el conflicto armado mediante la negociación. En segundo lugar, a los partidos y asociaciones de distinta índole que logró agrupar para enfrentar al candidato de la oposición que había ganado en la primera vuelta. El conservatismo, el partido del orden, que desde los inicios de la Independencia intenta fortalecer el Estado y favorecer la civilización, no podía menos que vigorizar con su concurso esa política. La dirigencia conservadora tiene la misión de impulsar el cambio y de actuar en el Congreso con suma responsabilidad en ese sentido. Ese debe ser el norte conservador que nos conduzca a superar la mezquindad ambiental y contribuir a que se retorne a la alta política. Los grandes problemas nacionales y de política exterior no dan espera y requieren del aporte conservador a la real política.