- Más allá del impacto de ola migratoria
- Despegue productivo no es automático
Sin duda debe saltar las alarmas que Colombia esté a punto de llegar a los tres millones de personas sin trabajo. Y más preocupante aún resulta el hecho de que la tasa de desempleo, al menos la registrada en febrero, haya subido a 11,8 por ciento, un punto por encima de la reportada un año atrás. Esto implicaría, entonces, que en el segundo mes de este año se perdieron casi 300 mil plazas de trabajo, sobre todo en el sector agropecuario. Jóvenes y mujeres son los más afectados, al tiempo que hay lapsos superiores a los tres meses para poder concretar una plaza.
Para algunos analistas lo importante no es el porcentaje en sí de la tasa de desocupación laboral, sino la tendencia. Y el problema es que ella lo que está evidenciando es un crecimiento sostenido de la población económicamente activa que no encuentra empleo. Incluso la explicación en torno a dicho fenómeno está asociado al impacto de la migración venezolana de los últimos dos años a nuestro país, pues no menos de 300 mil personas de esa nación estarían empleadas en Colombia, ya empieza a ser insuficiente para sustentar por sí sola lo que está ocurriendo.
Claro que esta situación tiene una incidencia en el mercado laboral, pero no es la única causa del desempleo. Eso es evidente, por más que el viernes pasado una de las principales razones que se adujo para justificar la flexibilización de la “regla fiscal” en los próximos cinco años, aumentando el tope del déficit, fue precisamente el impacto de esta ola migratoria, bajo la tesis de que atenderla podría costar 5 billones de pesos, estimando que el máximo número de inmigrantes podría alcanzar un rango entre 2,3 y 2,7 millones de personas, lo que generaría un choque anual sobre el gasto de 0,5% del PIB en promedio.
Pero más allá de este fenómeno, la pregunta es imperativa ¿Qué está pasando en el mercado laboral? Para algunos expertos económicos con un PIB creciendo al 2,7%, que fue el promedio del año pasado, no se puede pensar que el sector productivo será especialmente activo en demandar más mano de obra calificada y no calificada. Si bien es cierto que algunos indicadores, como los de industria, comercio y consumo de hogares, entre otros, han presentado en el primer trimestre de este 2019 un desempeño prometedor, el impacto de esa tendencia de recuperación no es inmediato en cuanto al llamado sector real de la economía.
De otro lado, no pocos gremios han sido enfáticos en precisar que las nóminas aún se encuentran congeladas, aunque sí disminuyó la ola de despidos. También sostienen que los incentivos tributarios contenidos en la reforma aprobada por el Congreso a finales de diciembre pasado, uno de cuyos objetivos es precisamente disminuir la carga de impuestos para que las empresas generen empleos, tendrán un efecto a mediano plazo que todavía es difícil proyectar.
Es claro también que el Gobierno lanzó un plan de choque para revertir la tendencia alcista del desempleo que heredó de su antecesor, sin embargo con apenas ocho meses de gestión evaluar sus resultados concretos es todavía muy tempranero. Lo mismo ocurre con las metas sobre generación de nuevas plazas de trabajo que están formuladas en el proyecto del Plan Nacional de Desarrollo, que está en trámite en el Congreso. Según esa iniciativa, se busca crear en el cuatrienio 1,6 millones de empleos, a la par de una reducción de la informalidad, aumentar la cobertura de la seguridad social, el fortalecimiento del empleo público, la ampliación de prácticas laborales para que estudiantes tengan posibilidades de su primer cargo, la estrategia de economía naranja y optimizar los sistemas de concursos para selección de cargos públicos con miras a reducir el alto nivel de provisionalidad en los mismos…
Como se ve, la cruzada contra el desempleo requiere de un plan de largo plazo. Medidas más coyunturales no tendrán un impacto sustancial en la reversión de la tendencia de desocupación. El sector privado muestra optimismo sobre lo que será la economía este año e incluso señala que los flujos de inversión extranjera, uso de capacidad industrial instalada, gasto de energía y consumo de cemento -que son indicadores sintomáticos de un mayor o menor dinamismo productivo- van bien. Hasta los gobernadores y alcaldes urgen que el Congreso apruebe la reforma a la Ley de Garantías Electorales bajo la tesis de que no frenar la contratación estatal ni la ejecución de administraciones departamentales y municipales será clave para que la economía se mueva y cree más plazas de trabajo.
Habrá que esperar cómo cerró el primer trimestre. La tendencia venía siendo positiva pero crisis puntuales como el paro indígena en el Cauca podrían desacelerar el repunte productivo. Lo cierto es que el desempleo se erige ya como uno de los principales desafíos para el Gobierno. Una batalla que es necesario ganar a como dé lugar.