La participación de la Selección Colombia en el Mundial que se realiza en el vecino país quedará en la memoria de millones de compatriotas por muchos años. El haber llegado a cuartos de final, ganando cuatro partidos en línea y perdiendo el quinto ante el local, certificó la participación más exitosa de un combinado patrio en una cita global de balompié en la categoría mayores. Nunca se había alcanzado la fase de cuartos de final, como tampoco tener a un jugador entre los mejores del torneo y que a la vez -por lo menos hasta ayer- liderara la tabla de artilleros. Tampoco tenía antecedente semejante cuota goleadora y mucho menos que el rendimiento futbolístico de la escuadra sorprendiera tan positivamente a propios y extraños. Incluso, así para algunos pueda ser apenas un hecho anecdótico, Farid Mondragón marcó un récord como el jugador de más edad en actuar en un partido mundialista. Más allá de quienes suelen situarse como ‘profetas de lo pasado’, lo cierto es que cuando arrancó este torneo muy pocos auguraban que el equipo pudiera llegar tan lejos.
Todo lo anterior permite concluir sin ambages que la selección dirigida por el timonel argentino José Pékerman puso un punto muy alto y confirmó que Colombia tiene jugadores y fútbol para jugar de tú a tú con los equipos elite de todo el mundo. En su último partido ayer ante Brasil certificó que podía medirse de igual a igual con la escuadra de los pentacampeones y más allá de los altibajos de rendimiento durante el cotejo, terminó haciendo una presentación digna y esforzada, a tal punto que el empate estuvo cerca, sobre todo en el segundo tiempo. Al final ello no ocurrió y hay que digerir el resultado con madurez.
¿Se pudo llegar más lejos? Nadie lo sabe y lo mejor es aceptar que la realidad es una sola: llegamos al grupo de los ocho mejores pero no pudimos pasar a semifinales. Todos los análisis e hipótesis que se generen más allá de ese escenario objetivo, entran en el terreno especulativo y gaseoso.
Por lo pronto lo que se impone es felicitar a todo el plantel y al cuerpo técnico por las alegrías que le dieron a un país que hacía mucho tiempo no se veía vibrar, emocionarse ni mucho menos unirse en la forma en que lo hizo en las últimas semanas alrededor de la selección. Ese pico de nacionalismo y orgullo patrio que se apoderó de millones de compatriotas de todas las edades y condiciones, conmovió e incluso ayudó a superar un poco el clima de polarización dejado por las contiendas electorales del primer semestre. El fútbol fue un oasis que urgía una Nación sedienta de una bandera que la uniera y alegrara.
Acabado el sueño mundialista es necesario empezar a pensar en los próximos retos. De entrada, lo prioritario es asegurar la continuidad de Pékerman y compañía. También hay que aceptar que algunos jugadores de este plantel deben dar ya un paso al costado y abrir paso a nuevos talentos. Afortunadamente Rodríguez, Cuadrado, Quintero, Ospina y otros más son muy jóvenes y podrán ser la base del equipo que se llevará a la Copa América que se realizará en Chile el próximo año y luego a pensar en las eliminatorias para ir a Rusia 2018.
Colombia demostró que tiene con qué brillar en nivel regional, continental y mundial, lo importante es que lo ocurrido en las pasadas clasificatorias y lo vivido en este Brasil 2014 se tome como un arranque de mejores tiempos y no apenas como un pico coyuntural y generacional que difícilmente se repetirá.