Millones de personas del hermano pueblo de Venezuela que apenas hace unos años, cuando imperaba la democracia con todos sus atributos y defectos, nadaban en la abundancia, hoy bajo un gobierno que aplica el dirigismo del “Socialismo del siglo XXI”, hacen largas colas, no pocas veces infructuosas, para tratar de comprar artículos de primera necesidad. En las puertas de los supermercados y abastos se agolpa la multitud desesperada, que desde la noche anterior hace fila para poder acceder a primera hora a los pocos productos que se ofrecen al despuntar la mañana. El panorama se generaliza en todo el país: productos básicos escasos y los estantes de las tiendas casi vacíos. No faltan los críticos ácidos que sostienen que el desabastecimiento obedece a una política deliberada del oficialismo para someter a la población a dedicar su tiempo a buscar afanosamente comida para que así no tenga tiempo de salir a protestar en las calles.
Lo cierto es que cada día es más evidente que la falta de alimentos y medicinas está crispando los nervios de toda la gente y por pasiva que ésta sea en política e incluso ignorante en cuanto a las leyes de la oferta y la demanda que priman en la economía, cada día las comunidades son más conscientes de que el saqueo sistemático al que se ha sometido al país condujo a que un Estado que era el rico se empobreciera y endeudara por seguir un modelo político-económico equivocado y tolerar la corrupción de los agentes oficiales.
La desesperación de quienes se aglomeran en las calles es tal, que algunos avivatos se ganan ahora el sustento haciendo filas y vendiendo el puesto a los compradores más urgidos. Al mismo tiempo han surgido una suerte de ‘veedores populares’ que informan a los amigos e interesados la llegada de algún producto de primera necesidad, como la leche, para que en cuestión de instantes olas de venezolanos se desplacen a los negocios en busca de adquirir las pocas existencias.
Lo más grave es que como los comercios particulares y las farmacias no tienen suficientes productos para atender la demanda, ya que son sometidos a constantes presiones gubernamentales así como a exigencias absurdas, como la de vender a precio de costo o restringirles dólares para importar, ahora pretende el Ejecutivo acusarlos de acaparamiento y conspiración, pese a que sin proponérselo esos negocios han sido el soporte del abastecimiento popular.