* Imparable calentamiento global
* Desafío a la conferencia COP26
La lucha contra el cambio climático se parece cada día más a esas peleas de boxeo de largo aliento en donde uno de los contrincantes si bien no cae al suelo de forma definitiva para confirmar la victoria de un rival más fuerte, sí es evidente round tras round que el desenlace será inevitable: derrota final y contundente.
Y eso es precisamente lo que se desprende de las alarmantes conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático dado a conocer ayer. Una investigación de carácter global, que tiene el respaldo de más de 195 gobiernos y que se divide en seis entregas especializadas, todas las cuales se darán a conocer antes de 2022.
Vistas esas características se dimensiona que no se trata de un estudio más o una visión parcial del problema. Por el contrario, es un diagnóstico mundial muy completo, según el cual la humanidad, pese a tantos campanazos de advertencia en las últimas décadas, continúa recorriendo una ruta peligrosa que podría llevar a que antes de la mitad de este siglo la supervivencia misma de la raza humana empiece a entrar en una zona crítica.
El citado informe confirma lo que otros diagnósticos más recientes habían señalado: las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) derivadas de actividades humanas continúan siendo las responsables de un calentamiento del planeta en 1,1 grados centígrados desde el periodo 1850-1900 hasta la actualidad. Más grave aún es que este nuevo estudio alerta que la temperatura global alcanzará o superará los 1,5 grados o más de calentamiento en los próximos 20 años.
En vista de ello, el informe, en el que colaboran más de 14 mil científicos de todo el planeta, no duda en advertir que la humanidad debe entender que en materia de combate al cambio climático ya se está en “código rojo”, puesto que las señales de alarma son ensordecedoras y las pruebas irrefutables.
Pero esa, sorprendentemente, no termina siendo la conclusión más alarmante del estudio. No pocos expertos señalan que los cambios en el clima que se están registrando en todo el planeta ya son irreversibles “por miles y hasta cientos de miles de años”.
¿Entonces, ya no se puede hacer nada? Tampoco hay que irse a ese extremo. Los investigadores que hacen parte de este panel consideran que aún hay tiempo para minimizar el impacto de esta actitud depredadora y lesiva sobre el planeta. Pero se requiere más audacia y decisión de todos los gobiernos, con metas y compromisos obligatorios y exigibles, bajo la tesis de que una “reducción enérgica y duradera de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero pueden limitar la magnitud del cambio climático”.
Solo si se camina de forma decidida en esa dirección sería posible, acorde con las modelaciones científicas, que esas medidas de contención de la emergencia climática empiecen a redundar en el corto y mediano plazos en una disminución de la emisión de gases contaminantes y una mejora de la calidad del aire. Y ello llevaría a que en dos o tres décadas las temperaturas promedio globales dejen de subir y adopten un sendero de estabilización.
Lo importante, en todo caso, es que las conclusiones del Panel no se queden en el papel, como ha ocurrido con otros diagnósticos anteriores que también prendieron todas las alarmas en torno a la gravedad del cambio climático, sus funestas consecuencias a nivel global y la necesidad urgente de que el concierto de naciones entienda que si no se pacta una acción conjunta y vinculante para frenar las emisiones de GEI, disminuir la dependencia de los combustibles fósiles, acelerar las políticas nacionales de desarrollo sostenible y aplicar mecanismos de preservación del acumulado ambiental, el futuro mismo de la humanidad, en este siglo, estará en peligro.
No en pocas ocasiones hemos recalcado en estas páginas que la principal falencia del Acuerdo de París contra el cambio climático es que sus metas y compromisos no son vinculantes ni obligatorias, lo que permite que cada gobierno defina hasta dónde los cumple, cuándo y cómo. Una actitud que no pocos consideran ‘suicida’, ya que desconoce la premisa que tantas veces ha repetido el papa Francisco: el planeta es la casa de todos y si no la cuidamos todos, nadie podrá seguir viviendo en ella. Habrá que esperar a la conferencia sobre el clima COP26, que se celebrará en Glasgow en noviembre próximo, para ver hasta qué punto este “código rojo” climático sí produce cambios de fondo en las políticas globales para afrontar esta emergencia vital. De lo contrario, el round definitivo en este combate será inminente y con el perdedor más que cantado.